Sr. Director:
Érase una vez un tesoro escondido. En medio de una tierra gobernada por la tiranía de la Superficialidad, sus habitantes eran obligados por la omnipresente Policía de la Televisión y los Anuncios a servirla en cuerpo y mente. Debían trabajar en intensas jornadas, para así poder malvivir a base de productos de consumo.
La Superficialidad mantenía a sus subordinados descontentos y desilusionados; de esta manera conseguía controlar su conducta, ofreciéndoles pequeños alivios momentáneos a su perenne vacío desencantado. Así, adictos a estos fugaces placeres, pasaban a estar a entera disposición de sus caprichosos tejemanejes.
Este tesoro olvidado resultaba ser extremadamente peligroso para la despótica Superficialidad, pues en el interior de un sencillo cofre existía un arma capaz de conferir a las personas, concretamente a las mujeres, un poder capaz de liberar al mundo de su pernicioso influjo...
Como es de esperar, los altos cargos de la Policía de la T y de los A conocían la existencia de este misterioso tesoro, y por todos los medios imaginables trataron de destruirlo. En vano: era demasiado fuerte. Sin embargo, se aseguraron de que al menos nadie acudiera a él. Pregonaron clichés y estereotipos, negaron su existencia, lo ridiculizaron. Si alguna vez alguien por casualidad lo encontraba no se dignaría a abrir semejante basura.
Es aquí donde entra en la historia Pachita. Pachita es una de las chicas desencantadas de esta tierra. En estos momentos, además, tenía el corazón destrozado. Otro chico más, al que ella se había esforzado por complacer en todos los sentidos, y al que había concedido todo lo que había querido, había acabado por infravalorarla y decepcionarla, como ya habían hecho anteriormente todos los demás.
Pachita no entendía por qué... debía ser porque no era lo suficientemente atractiva, sexy y perfecta. Para la próxima vez lo intentaría con más empeño. Sin embargo, ahora sólo se sentía capaz de llorar y sentirse desolada, así que huyó a un lugar silencioso donde nadie pudiera verla (estaba mal visto tomarse tan a pecho cuestiones comunes y triviales como aquella: nadie quería a las mujeres neuróticas, eran molestas y nada sexy).
Allí, en un rincón apartado del mundo, se sentó, se estiró el incómodo microvestido hacia abajo, y... se dio cuenta de que a su lado estaba el cofre. Se sorprendió mucho al verlo: creía que sólo era un mito. Se sabía de memoria los chistes-rima que decían en la Televisión sobre él; pero esta vez, Pachita no tenía ganas de reír. Estaba enfadada, muuuy enfadada. Hasta entonces no había sido capaz de materializarlo, pero se dio cuenta de que en su interior hervía de ira e indignación hacia la dictadura de la Superficialidad, la cual no había sido capaz de satisfacer sus más profundos deseos.
Los pensamientos bullían en su interior: "¡¡Estoy harta!! No me ha dado nada bueno; me lo paso constantemente con novios y relaciones pero no he encontrado verdaderamente el amor; invierto montones de tiempo y dinero en ser bella y tener buen cuerpo pero no estoy contenta con mi aspecto físico; hago todo lo posible por divertirme y disfrutar pero no soy feliz". Así que en este estado, y rebelándose momentáneamente contra la ortodoxia, decidió... ¡abrir el cofre!
¿Qué encontró Pachita en el cofre No lo sabemos; para tu fortuna o desgracia he decidido partir aquí tu propia historia de la de nuestra protagonista. Y es que quiero hacerte una propuesta mejor: ¿por qué no te atreves tú a abrir el cofre y descubrir por ti mismo su interior
Te adelanto que lo que encontrarás será un ideal tan sorprendente como olvidado: el Pudor. Un arma femenina en la que ya nadie piensa, siquiera conoce, pero que esconde la capacidad de liberar de toda la vulgaridad e intrascendencia con la que nos hemos acostumbrado a convivir.
Si te interesa el tema te remito a una lectura muy valiosa: "Retorno al pudor", de Wendy Shalit, ensayo traducido al español recientemente por la editorial Rialp. Brillantemente escrito y argumentado, aporta un soplo de aire fresco en la forma de entender las relaciones de pareja, la feminidad, y la manera de ver el mundo en general. Un libro que considero indispensable, especialmente para las que, como yo, somos chicas jóvenes que buscamos algo más allá de la frivolidad que nos impone la cultura actual. Así que si quieres formarte realmente una opinión al respecto, y si no acabas de estar satisfecha en esta sociedad de usar y tirar, te animo sinceramente a que le eches un vistazo.
Elena Bartolomé Rueda