La teoría de la conspiración acuñada por Blanco es parcialmente verdad. Gran Bretaña dejó de ser un imperio político. Ahora es sólo un imperio financiero. Y el imperio se resquebraja. Las cuentas no salen. El déficit está desbocado. La devaluación de la libra les ha permitido atemperar la crisis, pero también les ha hecho más pobres.
El plan de rescate pesa como una losa y la deuda está disparada. Mucho más que la española. Es verdad que son más competitivos, pero en la foto fija salen más desdibujados que los españoles. Así que algunos han tratado de encender el ventilador. Eso se suma a la tradicional inquina de los hijos de la Gran Bretaña hacia España. El resumen es que Reino Unido o Bélgica tienen más posibilidades de quebrar que España o Italia. Y por si fuera poco, resulta que Alemania, Italia, Polonia y Bélgica también utilizaron asistencia financiera para maquillar sus cuentas ante la Comisión. Casi nada.
Pero dicho esto, España tiene problemas autóctonos que debería afrontar si no se quiere encontrar en una situación perfectamente límite.