Sr. Director:
El jueves, día 15 de diciembre, Benedicto XVI dirigía unas preguntas a un grupo de universitarios: "¿Qué significa para mí la Navidad?"; "¿es importante para mi existencia?"; "¿vale la pena seguir confiando hoy en ese niño que encontraremos en el pesebre entre María y José?".

 

Preguntas que a algunos pueden parecerles retóricas, pero que ponen el dedo en la llaga: la pérdida de conciencia acerca de la centralidad del acontecimiento de la encarnación del Hijo de Dios, tanto en la Historia de la humanidad, como en la propia vida de cada cristiano.

Pienso que con estas preguntas no se pretende en absoluto desterrar los elementos festivos que abundan estos días, pero sí animar a ir hasta el fondo, a encontrar ratos de silencio y reflexión para no dejarse arrastrar por la vorágine. "La verdadera alegría", ha dicho el Papa, no es sólo divertirse ni mucho menos huir de la realidad.

"La verdadera alegría no es un simple estado de ánimo, ni algo que se pueda lograr con el propio esfuerzo, sino que es un don que nace del encuentro con la persona viva de Jesús". Eso es lo que fundamenta la alegría cristiana en Navidad: La certeza de que el Señor ha venido y sigue presente en medio de nosotros.

Enric Barrull Casals