Ya saben ustedes que hay cristianos no practicantes y practicantes no cristianos. La vicepresidenta primera del Gobierno Zapatero, Teresa Fernández de la Vega, y el ministro de Defensa, José Bono, forman parte del segundo grupo, habida cuenta de las horas, talento, esfuerzo y atuendo desplegado en el Vaticano, rodeados de cardenales, y departiendo con el nuevo purpurado, monseñor Antonio Cañizares, titular de la diócesis de Toledo.
De entrada vamos a repetir algo de lo más pertinente: un cardenal no es nada en la Iglesia católica. De hecho, todo el empeño de Benedicto XVI es que empiecen a ser algo, que se ganen su condición apoyando al Papa en cuestiones doctrinales, es decir, las importantes, en lugar de figurar en sitio precedente en determinadas reuniones además, claro está, de votar en los cónclaves. En la Iglesia, lo importante es ser Papa, obispo o sacerdote. Y si esos cargos no son cargas, si pontífice monseñores y presbíteros no se comportan como siervos de los siervos de Dios, entonces es que no están cumpliendo con su labor y, como recuerdan los místicos, su lugar en el Reino será inferior al de los más consumados pecadores, usted y yo sin ir más lejos. Por decirlo de otra forma, cardenal podía ser hasta el ministro Bono. En su momento, alguien en el Vaticano pensó en hacer cardenal a Joaquín Ruiz Jiménez, no les digo más no les digo más.
Sin embargo, tanta atención centrada en el nombramiento de Cañizares suena raro. Suena a practicantes no cristianos, una subespecie más peligrosa que la de los cristianos no practicantes. Éstos saben perfectamente cuál es la salida a su situación, los primeros bueno no lo tienen tan claro. Y no se qué me preocupa más: si escuchar a un pudorosa Fernández de la Vega decir eso de respeto profundamente a la Iglesia, sin que las carcajadas se escuchen desde la Estación Termini, o ver a medios informativos aproximadamente cristianos, o al menos respetuoso con el dogma, hablar de distensión entre la Iglesia y el zapaterismo, sólo por que la vicepresidenta y un ministro acudan a la ceremonia, más bien protocolo, si exceptuamos la eucaristía, de nombramiento de un cardenal, justo cuando ese mismo Gobierno, esa misma De la Vega, minutos antes de coger el avión oficial hacia Roma, ha aprobado la clonación terapéutica en España, es un sarcasmo, no se cómo decirlo suavemente, difícil de explicar. Digo yo, que si Cañizares, tal y como nos informan, felices y contentos, los medios aproximadamente respetuosos con la fe, departió durante 40 minutos con una sonriente De la Vega la del respeto profundo, no se me pierdan- lo primero que podía haberle dicho era aquell Señora vicepresidenta tengo un puñal clavado en la espalda: ¿Tiene idea de quién puede haber sido?
Los obispos y sacerdotes mártires del comunismo se enfrentaron a unos no creyentes-no practicantes que querían eliminar físicamente a la Iglesia. Muchos de ellos acabaron en la cárcel o sencillamente muertos, porque pactaron con quien no deberían pactar.
Los practicantes no creyentes no quieren eliminar la Iglesia: han descubierto que los seres humanos son animales extraños, que se pasan media vida blasfemando contra Dios y la otra media buscándole con denuedo. Por eso, se han convencido de que lo mejor no es eliminar la Iglesia, sino conquistarla. El comunismo negaba a Dios, pero el progresismo es mucho más sutil: niega la gran obra de Dios, que es el hombre. Por eso, la gran batalla de hoy es el derecho a la vida, la batalla por la dignidad del hombre, dignidad que procede de ser hijo de Dios El aborto y la fecundación artificial son los grandes enemigos de ese derecho a la vida. Ahora ya sabemos qué entiende la vice-vogue por profundo respeto.
Por cierto, monseñor Cañizares es un buen pastor, pero debería tener cuidado : es el miembro de la jerarquía que más utilizan unos y otros, los creyentes no practicantes y los practicantes no creyentes, como si fuera una marioneta en sus manos. Hablando de practicantes no creyentes, todavía recuerdo la pregunta que le hizo en la COPE Federico Jiménez Losantos a monseñor Cañizares, acerca de la moralidad de abandonar a las víctimas del terrorismo. El primado respondió -¿podía esperarse otra cosa?- que sería inmoral abandonar a las víctimas del terrorismo. Pues bien, sus palabras, sacadas de contexto, fueron empleadas por la cadena para llamar a la gente a la manifestación de las víctimas del terrorismo. Felicito a los que acudieron -yo me encontraba fuera de Madrid, pero habría ido con gusto-, sólo habría una cosa que hubiera podido detenerme: la manipulación burda y grosera, de un locutor al que la Iglesia le importa un comino, y que utiliza a un obispo para ganar puntos en política (recuerden que hablamos de la referencia intelectual de la derecha) y puntos de audiencia. Don Federico es un practicante no creyente tan, tan convenido, que ha decidido tomar la COPE y enseñarles a los obispos cómo se hace eso de evangelizar.
Y me temo que no sólo es Federico quien pretende instrumentalizar al nuevo cardenal. Incluso los hay más miserables. Que sí, que los hay. Repare monseñor, en una sola cosa: Si usted dejara de ser el referente de la unidad de España objetivo nobilísimo, pero no objeto de la Jerarquía eclesiástica- cuántos de los que ahora le alaban le dejarían tirado en la cuneta como un objeto inservible. En cualquier caso, créanme: no es bueno para un obispo que le alaben los poderes mediáticos. La grey sí, pero no los editores ni las referencias intelectuales de una opción política.
Eulogio López