Al final, los hechos son tercos, pero las ideas aún lo son mucho más. Ana Pastor, ministra de Sanidad con el Partido Popular, fue el personaje que un 25 de julio de 2003 comenzó el camino sin retorno de la utilización con muy científicos fines de embriones sobrantes de la fecundación in vitro (FIV). En otras palabras, de la nueva masacre de seres humanos (donde hay genoma humano hay ser humano) pequeñitos. Entreabrió la puerta, y en materia moral todos sabemos lo que eso significa. Tras el aborto, llegaba el nuevo exterminio, esta vez no como una solución a situaciones imposibles sino en nombre de la ciencia.

 

Hasta conspicuos miembros de la Iglesia se dejaron engañar, justo hasta el momento en que el Vaticano dejó las cosas claras. Los que menos se dejaron engañar fueron los científicos que crearon Hay Alternativas, movimiento surgido alrededor de la plataforma www.hazteoir.org y que dejó claro lo evidente: que la recreación de tejidos y otras terapias puede conseguirse sin matar a nadie, con células madres adultas, no embrionarias.

 

Pero cada vez son más los comprometidos con el asesinato de los no nacidos (directa o indirectamente) y la sociedad entera tiene que justificar la barbarie, por lo que a los embrionicidas les han salido apoyos por todos lados, desde la derecha a la izquierda.

 

De hecho, una vez más, el Partido Popular le dejaba tan poco espacio al progresismo del PSOE que este se ha visto obligado a aumentar el número de embriones sobrantes hasta el punto de que no va a haber el número suficiente de "prestigiosos científicos" para destruir embriones humanos ni presuntas terapias en las que aplicar sus por ahora infructuosos conocimientos (insisto, no se ha curado enfermedad alguna con la masacre de embriones y sí con la utilización de células madre adultas).

 

Lo más difícil para un personaje público es rectificar. Eso es materia de héroes. Y Ana Pastor no es una heroína. Por ello, durante una rueda de prensa jugada en campo propio (en la Fundación FAES, tanque, averiado, de ideas del Partido Popular) Pastor acaba de dictaminar que "se puede avanzar en investigación biomédica y no por ello renunciar a principios y valores". Tiene usted toda la razón doña Ana. Vaya que sí se puede, en verdad hay alternativas, sólo que usted ha optado por no utilizarlas. Incluso más: su sucesora, Elena Salgado (qué mala uva tiene la condenada) ha invocado a la ciencia como única frontera para la investigación. Es decir, barra libre para destrozar embriones. Pero usted, ex ministra Ana Pastor, se lo puso en bandeja.

 

La autoexculpación lleva a la locura. Por eso, Pastor ha dicho que "tenemos que seguir luchando por el derecho a la vida, pero no por ello ser menos exigentes en la defensa de que la ciencia siga avanzando en beneficio del ser humano". ¿De qué ser humano: del embrión masacrado o del paciente adulto no curado?

 

Por lo demás el dolo se percibe cuando Pastor afirma que para la ley de reforma de la fecundación in vitro, se habló con expertos. ¿Con qué expertos? ¿Con la Comisión Nacional de reproducción Asistida, aquel amasijo de clínicas FIV que eran juez y parte? Todo el mundo sabe cómo se influye en el dictamen de una comisión: nombrando a los miembros adecuados. O quizás se refiere doña Ana a los expertos de la Iglesia a quienes engañó (afortunadamente, no todos se dejaron engañar y descubrieron la estafa desde el primer momento).

 

Esta Pastor empecinada es la viva imagen del Partido Popular de Mariano Rajoy, empeñado en mezclar el agua y el aceite. Y lo que es peor: a veces se empeñan en mezclar el fuego con la gasolina.

 

Eulogio López