Zapatero da marcha atrás e intenta que no lo parezca. Manuel Chaves, el gran recolector de votos del PSOE, marca las reglas: 50% del IRPF para las autonomías y el IVA para el Estado. Del 50-25-25, consenso durante toda la Transición democrática, pasamos a un 25-50-25. Chaves no quiere hablar de nación, sino de comunidad autónoma histórica. El horror de Zapatero al cambio, a cualquier cambio, encrespa a CiU. Probablemente, la gran cesión ante los nacionalistas será en el terreno judicial
La comparecencia en Madrid (desayuno de Europa Press) del presidente andaluz Manuel Chaves, presidente, a su vez del PSOE, tuvo todo el ringorrango que podía esperare del presidente de una comunidad que ha sido durante toda la etapa democrática el granero de votos del PSOE. 18 años lleva ya Chaves presidiendo Andalucía (antes fue ministro de Trabajo con Felipe González) y es el gran piloto de la Transición del felipismo al zapaterismo, don Manuel ha recordado que lo importante no es que él se perpetúe en el cargo, sino que otros lleven 18 años como jefes de la oposición. Andalucía, ocho millones de habitantes, es socialista y lo será por mucho tiempo.
Sus palabras son escuchadas, no una, sino hasta tres veces en el partido. A fin de cuentas, se trata del gran granero de votos del PSOE. Los socialistas andaluces no son sólo un trozo de poder en esta importante comunidad española, sino que han contribuido decisivamente a la victoria en las generales.
Y Manuel Chavez ha sido el encargado de dar a los nacionalistas el bofetón definitivo. Ha afirmado que le parece correcto ceder a las comunidades autónomas un 50% del IRPF. Hasta ahora, el consenso democrático, invariable desde la mismísima Transición democrática, consistía en que el Gobierno central gestionaba el 50% del IRF, por un 25% las autonomías y otro 25% los ayuntamientos, porcentajes que se aplicaban, igualmente, al conjunto de la carga fiscal. Incluso en Navarra y el País Vasco, con su famoso cupo, era aceptada esta ejecución, dado que el cupo no significa más dinero, sino la especificad de aquellas dos regiones sobre quién recauda y quien otorga la cuota parte a quién. En toda España, la Administración central recauda y reparte; en Euskadi y Navarra, es justo al revés. Es decir, que se vislumbra un 25-50-25, si es que alguna vez la administración más próxima a los ciudadanos, que no es la Comunidad autónoma, sino ellso ayuntamientos, logran aproximarse al 25%. Y también piden participar en impuestos especiales.
Pero esto no es lo importante. Lo importante es que Chaves plantea que ese 50% sea igual para todas las comunidades. No quiere una Cataluña más favorecida e incluso advierte de lo que él considera líneas rojas que no se pueden traspasar (es decir, que deben quedar en manos del Gobierno central-: Unidad de mercado en todo el territorio nacional, incluido, claro está, la del mercado laboral; mantener la caja única de la Seguridad Social, que es uno de los grandes instrumentos de solidaridad entre los ciudadanos y de la solidaridad intergeneracional; y compatibilizar la exigencia de espacios físicos autonómicos con respecto al espacio del propio Estado, que le garanticen los recursos necesarios y la posibilidad de tener una policía fiscal propia. Sinceramente, nada que no esté en el actual Estatut catalán y nada que el PP, incluido el 50%, no pudiera aceptar.
Es más, Chaves aboga por utilizar como instrumento de reparto el llamado esfuerzo fiscal, o relación entre la presión fiscal y el PIB per capita. Recuerden que Andalucía está en el 77% de la media nacional en riqueza relativa, mientras que Cataluña la supera. Y, por supuesto, no regionalizar el impuesto más importante de todos: el IVA.
En resumen, es incluso más centralista que Solbes, bestia negra de CiU y de ERC. Rajoy suscribiría toda sus formulaciones sin dudarlo.
Pero es que hay más. No habló de lengua, pero sí del concepto de nación. Recordemos que a primeros de 2007 los andaluces vendrán con su nuevo Estatuto. Pues bien, Chaves ha formulado en Madrid el concepto sustituto del controvertido nación. Propone, para Andalucía, pero se diría que como norma general, la denominación comunidad autonómica histórica. No creo que ni a Carod Rovira ni a Artur Mas les guste la rebaja. Pero no lo duden, Mas se resistirá pero Carod pasará por el aro. A estas alturas, en el PSOE ya saben perfectamente que, con tal de mantener sus actuales cargos en el Congreso y sus actuales puestos en el Tripartito y el Parlament, los líderes de ERC son capaces de cantar el Cara al sol con el brazo en alto, en la madrileña Plaza de Oriente. Eso no es problema.
De hecho, el problema pude venir por el nacionalismo moderado de CiU. Como todo un cadáver político que es CiU tras la constitución del Tripartito, está obligado a ser más duro que nadie. Especialmente, porque Zapatero se ha vuelo alérgico a los cambios: cambios de Gobierno y de aliados. De hecho, el presidente del Gobierno es tan consciente de que ha metido la pata con el Estatut, y que dando alas a los independentistas ha resucitado al partido Popular, que ahora no le queda otra opción que mantener a todo el mundo en sus puestos, ofrecer un Estatut totalmente aguado que quepa, y holgadamente, en el marco constitucional- y, eso sí, decir que todo ha cambiado y que Cataluña es hoy mucho más autónoma que ayer, y que el zapaterismo se basa en el diálogo, el consenso el talante. Para conseguirlo, su principal escollo se llama CiU.
Eso sí, Chaves sí está dispuesto a ceder en materia de justicia,. Sorprendentemente. El presidente andaluz pergeñó una estructura de la justicia, donde los tribunales superiores autonómicos son la última instancia de recurso, mientras el Tribunal Supremo quedaría para unificar doctrina. Eso estaría muy bien, si no fuera porque el Tribunal Supremo unifica doctrina sí, pero lo hace juzgando, no teorizando.
Y lo dijo ante el titular de Justicia, López Aguilar, otros cuatro ministros incluidos el titular de Industria y responsable del socialismo catalán, José Montilla, el presidente del Senado, el fiscal general del Estado y, lo que es más importante, Pedro Zerolo. La plana mayor del PSOE arropó con reverencia al líder histórico, quien señaló la única salida al callejón sin salida donde el PSOE se había metido : un Estatut aguado pero sin que se note.