Agradable historia romántica sobre segundas oportunidades cuya mayor baza reside en la naturalidad de su pareja protagonista.

Harvey (Dustin Hoffman) es un sesentón perdedor. Su trabajo como compositor de anuncios publicitarios pende de un hilo cuando su hija le avisa de que se casa al otro lado del Atlántico: en Londres. Pero cuando llega a la ciudad del Támesis las cosas no mejoran: Harvey es informado de que será  ninguneado en la ceremonia Kate Walker (Emma Thomson) es una madura pero atractiva soltera que vive pendiente de su madre, una viuda desconfiada. Kate se siente totalmente desubicada en los encuentros sociales: cree que ha perdido todos los trenes. Pero algo cambia para esta pareja de solitarios cuando sus vidas se encuentran

Nunca es tarde para enamorarse es un relato sencillo pero que resulta auténtico tanto  en la descripción de  personajes como en la de las relaciones humanas. Eso conduce a que cualquier espectador (con un mínimo de sensibilidad) quede atrapado por la historia. A esto hay que añadir que resulta una delicia contemplar la naturalidad con la que se conducen  Dustin Hoffman y Emma Thomson a los que se les ve cómodos en la  particular historia de amor que protagonizan por lugares recónditos, pero bellísimos, de Londres. Los personajes que interpretan (Harvey y Kate) propician la empatía del espectador por la soledad en la que viven (tan propia de las grandes ciudades),  por la forma de expresar sus sentimientos (como  la gente de la calle) y porque, además, tienen problemas cotidianos que comprendemos perfectamente. De hecho, es fácil  solidarizarse con Harvey: un patoso a quien su mujer está claro que abandonó porque nunca valoró o con Kate que, ante Harvey, se manifiesta arrepentida de un aborto cometido en su juventud por cobardía

Nunca es tarde para enamorarse lanza al espectador un mensaje muy optimista: que nunca es tarde para cambiar de vida si uno sabe aprovechar las oportunidades que se le presentan

Para: Adultos que les gusten las historias sencillas bien narradas