Sr. Director:

Últimamente proliferan los actos, manifestaciones, artículos y cartas al director en defensa de la familia. Hay motivos para ello.

Y con razón se clama contra las leyes que ponen en peligro la esencia del matrimonio y la familia; también la vida humana en ciertas circunstancias y el derecho de los padres a la educación de sus hijos. Pero me parece que se incide mucho en las culpas que en esta situación pueda tener el Gobierno, y poco en la responsabilidad que al respecto recae en las mismas familias.

Una de las principales amenazas contra la familia procede del relativismo ético que impregna la cultura actual, y a la cual contribuye de manera decisiva el permisivismo con el que muchos padres educan a sus hijos. Sin sentido del límite y cuando todo les está permitido, nada es bueno ni malo y todo depende de lo que apetezca en cada momento.

Y eso es el relativismo ético; que unido a la mentalidad hedonista que afecta a muchas familias, puede tener consecuencias funestas. Si se les consienten todos los caprichos y se les da todo hecho desde pequeños, será difícil que descubran la alegría de conseguir las cosas con esfuerzo, que aprendan a ir a contracorriente y a superar dificultades cuado sean mayorcitos. Con televisión en la habitación, como ocurre en el 30 % de los hogares españoles, pudiendo los hijos acceder a todo tipo de programas, y videojuegos cuyo contenido inmoral es desconocido por los padres, no hacen falta leyes laicistas para destruir la familia.

La mentalidad hedonista, la ausencia de espíritu de sacrificio y la incapacidad para adquirir compromisos, son el cáncer que está carcomiendo a muchos matrimonios y familias. Aunque es bien cierto que determinado tipo de leyes pueden acelerar o retardar el proceso de destrucción.

Federico Gómez Pardo

fgomezpardo@yahoo.es