Se defendía la ministra de Empleo, Fátima Báñez, de que no habían suprimido la causalidad, por lo que no podía hablarse de despido libre.

Tiene toda la razón y eso es justamente lo que tenía que haber hecho. Causalidad significa que sigue siendo el juez quien decide si hay 'causa' legal para despedir a un trabajador, cuando lo cierto es que quien en justicia debe decidir eso es el propietario. Veamos por qué.

El despido libre es justo porque defiende el derecho a la propiedad privada. Existe el derecho a la propiedad privada y no existe del derecho al trabajo fijo. Lo que hace la reforma laboral del PP, y por eso es una mala reforma, es aligerar el despido y abaratarlo pero no promulga el despido libre… que es lo que tenía que hacer.

Vamos a ver, el empresario es el propietario de la empresa. Por tanto, es quien debe decidir cuántos trabajadores necesita en su propiedad. La contraprestación al despido libre no es abaratar el despido porque, aunque los sindicatos y el señor Rubalcaba lo repitan: no existe el derecho a no ser despedido, ni existe el derecho al subsidio permanente -puede ser un acto solidario pero no un derecho-: el derecho que tiene el trabajador es un salario justo, no decidido por el mercado, sino por su dignidad excelsa de hombre y de hijo de Dios. Como recodaba Juan Pablo II, sobre la propiedad privada, es decir, sobre el empresario, pesa una hipoteca social, hipoteca que se abona a través del pago de salarios dignos, que permita al trabajador formar una familia.

Y eso nos lleva a lo de siempre: las protestas contra la reforma laboral de CCOO y UGT y del PSOE de Rubalcaba resultan muy demagógicas. Golpean donde no deben golpear. Quieren mantener unos derechos que no son tales y que sólo benefician a sus afiliados: trabajadores mayores, de gran empresa o funcionarios (es decir, de la más grande empresa, el Estado) frente a los jóvenes de empleo precario o imposible. Al mismo tiempo, la reforma laboral del Partido Popular es una mala reforma por dos razones:

1. La antedicha: no se trata de reducir el coste del despido sino de implantar el despido libre. No sólo eso, sino que urge reducir el subsidio por desempleo, que es una limosna y que, en efecto, fomenta la vagancia.

2. Y más importante. Es evidente que el trabajador queda más desprotegido con el despido libre… pero el despido libre es más justo. Por eso, la contrapartida a toda esa -no pérdida de derechos, pero sí mayor riesgo del trabajador-, consiste en elevar los salarios, sobre todo los salarios bajos… porque resulta que los salarios son muy bajos en España. Y si para eso, dada la situación de la que partimos, tenemos que reducir las cuotas sociales y modificarlas por IVA, miel sobre hojuelas. Mire usted, las tres claves de una buena reforma laboral son despido libre, impuestos laborales bajos y salarios dignos. La reforma del PP no cumple ninguna de las tres; las protestas del PSOE y de las dos centrales de clase no apuntan a ninguna de esas tres, ni tan siquiera a la última, que tiene bemoles la copla.

Les digo más: si se trata de ser más competitivos, en un país de salarios bajos como España, el PP debería bajar las cuotas y sustituirlas por una subida de IVA… que es lo que no ha hecho.

Ahora voy con las manifestaciones del domingo 11. Reparen en el cartel-pancarta que adornaba el atril desde donde hablaban, sobre todo para la tele, los dos líderes de las centrales de clase, CCOO y UGT: "Quieren acabar con todo". Que no Cándido, el Gobierno no quiere acabar con todo, sólo con CCOO y UGT, ni tan siquiera con los sindicatos. Y visto en que se han convertido las dos grandes centrales, me parece estupendo. Los sindicatos siempre serán necesarios, pero no este duopolio sindical de aprovechados. Desde la retirada de Nicolás Redondo (padre) de la jefatura de UGT, nada me ha causado mayor decepción en la vida pública española que los sindicatos UGT y CCOO.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com