Sr. Director:

Estuve estudiando las oposiciones de acceso al Cuerpo Diplomático hasta el mes de Septiembre de 2005, momento en el que decidí repensar mi futuro profesional, saltando finalmente al sector de la banca en el que hoy me encuentro felizmente trabajando. Ya entonces empecé a detectar los riesgos inherentes a la oposición a la que tanto tiempo y esfuerzo había estado dedicando, puesto que, junto a la habitual incertidumbre, esfuerzo no compensado y coste de oportunidad que pueden encontrarse en todos los exámenes de acceso a cuerpos de la Administración General del Estado, en los de Diplomacia existían también un grado de subjetividad y nepotismo que convertían a dichas pruebas en cualquier cosa excepto en una oposición. Mi experiencia me hizo ya entonces apreciar que, en vez de ser tenidos en cuenta la igualdad, el mérito y la capacidad, eran más valorados otros aspectos como la edad, el hecho de haber trabajado en instituciones internacionales o dentro del ámbito de la política exterior y las relaciones internacionales, el apellido, el carné de afiliación a un determinado partido o, en definitiva, la mayor o menor afinidad del candidato a las ideas del tribunal; datos todos ellos conocidos por los examinadores gracias a una primera prueba consistente en la elaboración de un comentario de texto, con su posterior lectura y una entrevista personal frente al tribunal, quien contaba con el Currículo del examinando.

En aquel momento, comprendí que lo único que podía seguir haciendo, estudiando aquella oposición, era perder el tiempo y quizá buscarme un problema para el futuro, a nivel laboral, puesto que el mercado de trabajo no perdona la inactividad durante tanto tiempo. A todo ello habría que sumar ahora el nuevo obstáculo que el gobierno acaba de implantar, al haber reformado dos tercios del programa, tan solo dos meses antes del comienzo de las pruebas, con el único y exclusivo fin de alinear el temario de la oposición con el ideario político del partido socialista y en detrimento del conocimiento histórico del periodo de esplendor español. ¡Nadie merece esto!, ni los opositores que tanto tiempo han dedicado, ni nuestra historia que de esta manera es vilmente ninguneada ni tampoco nuestro país que de ésta manera queda al nivel de república bananera, donde en vez de imperar la ley, reina el nepotismo y las sinergias políticas como en la época caciquil. Desde luego, me congratulo de la decisión que tomé aunque siento una profunda pena por lo que acontece y al mismo tiempo simboliza esta decisión para el futuro.

Jaime Prieto Rojo

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