Hablo de la noticia anunciada el viernes por Banesto, por pura casualidad, un día después de la denuncia de Hispanidad. En pocas palabras, Banesto vendió Urbis a Reyal -Rafael Santamaría, hombre del Régimen socialista, íntimo de José Bono- con créditos de Banesto. Mientras el sector inmobiliario funcionó, estábamos hablando de un doble negocio: la enajenación de activos y el crédito, Pero cuando llegan las vacas flacas, el asunto se complica. En resumen:
Banesto, es decir, el Santander de Emilio Botín, v vendió la inmobiliaria Urbis a Rafael Santamaría con créditos del propio Banesto. Santamaría es el íntimo de José Bono y buen amigo del Gobierno, y con esa adquisición conseguía convertirse en la primera inmobiliaria de España.
Además, Santamaría encontró financiación fácil en la filial del Santander, Banesto.
Y llego la caída. Entonces Banesto, en lugar de pasar a fallidos su cuota parte de financiación afectada con Reyal se mete a inmobiliario: crea una sociedad con la propia Urbis para vender pisos que, como todo el mundo sabe, es la ilusión del señor Emilio Botín.
Conste que, en circunstancias normales, el Banco de España no permitiría este tipo de enjuages. Porque lo que ha hecho Banesto no es más que pasar su cartera de inversión -en este caso de venta de inmueble a través de sus oficinas bancarias- sus créditos morosos o fallidos. Pero es que, claro, Fernando Martín procede de la derecha -de UCD- y no posee contactos políticos, mientras Santamaría es un millonario socialista, o mejor dicho, un millonario próximo al Gobierno del PSOE.
Y la prensa especializada, que sabe de lo que esta hablando, da las noticias con exquisita objetividad, es decir, sin explicar el trasfondo de la cuestión.
En definitiva, la crisis ha traído consigo lo que podríamos llamar corrupción educada. Para sobrevivir en este escenario hay que tener amigos. Lo del Santander-Banesto y Reyal-Urbis, el empresario de José Bono, lo de Emilio Botín y Rafael Santamaría es corrupción legal, el nuevo estado de cosas vigente en España.