Si en algo están de acuerdo la canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés Nicolás Sarkozy es en la necesidad de aplicar mano dura frente al déficit fiscal de los 17 países miembros del euro y en unificar la política fiscal de todos ellos, un macroministerio que se lo asegura, no tendrá su sede ni en Bratislava, ni en Varsovia, ni en Dublín, ni en Madrid, ni en Roma ni en Chipre: será en una ciudad franceses o alemana, quizás holandesa para disimular, o, por qué no, en la propia Bruselas.

Se trata de hacernos iguales a todos los europeos, en moneda e impuestos. En moneda ya lo somos los 17, y el euro ha beneficiado, sobre todo, a los más ricos. Ahora pretenden que todos paguemos los mismos impuestos, es decir, que cedamos una soberanía aún más importante que la monetaria. Todo ello era resumido así por el inefable Nicolás: "Más disciplina, más solidaridad y más responsabilidad mediante un verdadero gobierno económico".

Más disciplina seguro que sí, un verdadero gobierno económico me temo que también: se trata de que Alemania y Francia manden sobre 17 países primeros y sobre el conjunto de los 37 países que componen la Unión Europea, después.

¿Solidaridad? Ni de broma. Ya hemos dicho en qué consiste una Europa solidaria. Solidaridad es traspasar fondos, no capacidad de endeudamiento, consiste en homologar el nivel de vida, no ayudar a los gobiernos para que puedan pagar sus cuantiosas emisiones de deudas a los inversores. Si hubiera más fondos comunes los Estados no necesitarían endeudarse tanto.

Por otra parte, si vamos homologar impuestos, ¿por qué no homologamos también salarios?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com