Estoy intentando hacer llegar este correo electrónico a las más altas instancias eclesiales con el fin de aportar mi granito de arena en la abolición de esta lacra.
Sr. Director:
Con profunda tristeza y conmoción paso a describirle los acontecimientos que lamentablemente se están generalizando en nuestras parroquias para que, si lo cree conveniente, tome cartas en el asunto. Ruego disculpe las carencias de protocolo ya que son debidas a mi ignorancia.
El domingo, día 19 de abril de 2009, asistí a misa junto con mi mujer en la parroquia de St. Julià de Lliçà dAmunt (Barcelona) donde se celebró durante la eucaristía el bautizo de tres niños bastante creciditos. La cosa no tendría mayor importancia si el sacerdote no hubiera convertido dicha celebración en un circo donde tras cada bautismo se nos invitaba a los asistentes a aplaudir efusivamente.
Los asistentes se sentían en su salsa y no fueron pocos los que adoptaron posturas acordes a semejante acontecimiento: parejas abrazadas por doquier y mujeres con cruces de piernas que bien podrían hacer sombra a la mismísima Sharon Stone.
Lamentablemente lo peor del espectáculo llego en la comunión, allí se acerco a comer Aquel Trozo De Pan todo el que quiso, la gente se lo llevaba a sus respectivos asientos mientras lo observaba sujetándolo con sus manos y haciendo muecas comentaban alegremente la textura de tan extraño manjar. ¡¡Patético!! Es la única descripción que se me ocurre ¿Es que estamos todos locos?
Hace unos días en la Parroquia de Sta. Eulàlia en Sta. Eulàlia de Ronçana (Barcelona) me vi en la obligación de llamar la atención a un niño que, tras coger la Sagrada Comunión, iba haciendo tonterías con La Misma mientras su abuelo, que caminaba junto a él, le reía las gracias.
¡¡Sacerdotes!! ¡¡Seglares!! Tomemos conciencia de estas aberraciones y actuemos en consecuencia para acabar con esta lacra.
¡Por siempre sea bendito y alabado el santísimo sacramento del altar!
Luís Balsells Abeleira
lbalsells@telefonica.net