Hemos vivido muchos años inmersos en una economía del despilfarro. Sumidos en una vorágine de "vida útil" y de "consumo preferente" seducidos por las agresivas campañas de publicidad que nos convencían de que lo que nos querían vender era indispensable.
Esta locura consumista impregnada de "fecha de caducidad" que sentó las bases a raíz del estilo de vida americano de los años 50, por desgracia, ha tenido su desarrollo paralelo en los valores más profundos de nuestra sociedad traspasando las meras consecuencias medioambientales y provocando terribles dramas en las vidas de las personas y en las familias.
Vivimos en la actualidad un resurgimiento en nuestras ciudades de los viejos negocios de arreglos. El viejo cartel de "se reparan zapatos" o el de "se arregla ropa" vuelve a convertirse en paisaje habitual de nuestras calles. Volvemos a recomponer nuestros electrodomésticos, reciclamos lo que no nos sirve en alguna web de "segundas manos" o montamos mercadillos para dar un buen fin a lo obsoleto. Pero ¿podremos reparar todo lo que ha sido dañado por esta filosofía efímera del "usar y tirar"?.
Hace poco leí que un periodista preguntaba a una pareja cómo se las arreglaron para estar juntos 65 años y la esposa contestó: "Nacimos en un tiempo en que si algo se rompía, se arreglaba, no se tiraba a la basura".
¿Cómo se repara un matrimonio en la sociedad del "usar y tirar" en la que el: "todo vale si me hace sentir bien" planea como un itinerario de vida? Pues ayudando a los que quieren casarse a comprender la naturaleza y el sentido del compromiso. Educando la voluntad y la afectividad desde la infancia y mostrando la enorme trascendencia que la institución matrimonial tiene para las personas y para la sociedad. "Reparemos" estas crisis que no tienen por qué ser sinónimos de desamor. Busquemos ayuda, se pueden superar y sacarle partido gracias al compromiso de "querer" mediante el ejercicio de la voluntad propio del amor matrimonial.
Merece la pena. Incluyamos al matrimonio en el itinerario de los "arreglos" pendientes.
Victoria Blasco López