Me encantan los congresos de teólogos progres (no, no es una reiteración aunque lo parezca, por el ruido que meten). En España, la titulación de progreteología se imparte en la Asociación Juan XXIII, que cuenta con más medios que miembros, que no es mala fórmula para forjar una institución capaz de despertar la atención del público.
Me encantan porque estos teólogos superan al mismísimo Zapatero a la hora de pronunciar majaderías solemnes. A ver, diario El Mundo, edición del lunes 11. Redacta José Manuel Vidal, otro de los periodistas religiosos de cámara. Titular del Congreso de los teojuanes: Teólogos afirman que la Iglesia no puede dictar normas morales. Y yo me pregunto. Si una Iglesia no dicta normas morales, ¿Qué normas va a dictar? ¿Las de tráfico?
Al redactor, y a los teoprogres se les ha olvidado decir que luego cada persona, la sociedad en su conjunto y el Estado, son libérrimos para aceptar o hacer mangas y capirotes que es lo que suelen hacer, y así nos va- de las normas de la Iglesia. Quizás porque a los teovigésimoterceros (¡pobre Juan XXIII!) no les interesa recordar que la Iglesia no tiene poder alguno, sino influencia, en contra de lo que ocurre con el Estado : si no pagas los impuestos, vas a la cárcel; si no vas a misa, incluso puede presumir de ello.
Más. Según el teólogo José María Castillo, en la Iglesia se ha instalado el miedo, a hablar. Yo diría que lo que sufren los cristianos en particular y la sociedad en general es la diarrea verbal de los teojuanes. Como consecuencia de ello, insiste Castillo, lo que decimos los sacerdotes, obispos y teólogos interesa cada día menos y a menos gente. No estoy yo muy seguro de que las palabras de los obispos no interesen a nadie. Es más, en cuanto habla monseñor Cañizares, El País progresismos de izquierdas que acoge con entusiasmos a los teojuanes- y El Mundo progresismo de derechas que les alberga con idéntico gozo- se dedican a masacrar al prelado y acusarle de nacionalcatolicismo. Pero en algo estoy de acuerdo con Castillo : lo que dicen los teólogos no interesa más que a los editoriales de El País y El Mundo. No por sí mismos, pero resultan invaluables para fastidiar a los obispos.
Allí estaba don Marciano Vidal, que aunque lo parezca no es un primo de Pocholo sino el catedrático condenado por el Vaticano en mi opinión con excesiva misericordia-, quien sólo le ha pedido que deje de deformar la mente de sus alumnos seminaristas como ha venido haciendo durante 30 años, con teorías tan sabrosas como la opción fundamental: tu te decides por Cristo y a partir de ahí, pues mira, no pasa nada porque robes, mates y forniques, sobre todo, esto último : ¿O es que no hablamos de liberación?
Y el asunto de Marciano es mucho peor que el de los habituales Miret Magdalena, Casiano Floristán, Díez Alegría y demás teojuanes. Más que nada porque las obras de estos son un ladrillo importante con cuya lectura sólo intelectuales especialmente comprometidos, es decir especialmente plastas, son capaces de flagelarse. Pero Marciano apunta directamente a toda la grey con su particular visión de la justificación por la fe, una especie de cree y haz lo que quieras, que por su simplonería hubiese espantado al mismísimo Lutero. En definitiva, Marciano sí que hace daño.
Más progremajaderías: La eutanasia hay que contemplarla desde la autonomía personal. Otra joya de ambigüedad porque si alguien quiere suicidarse puede hacerlo personalmente, incluso con el sencillo método de negarse a respirar o tirarse por el balcón. Sin embargo, el eutanásico lía a un tercero, a ser posible médico, para que le maten. Más que personal hablamos de un binomio, y de un hecho que repercute en toda la sociedad. Pero los teojuanes son muy suyos y se guían por la fonética: lo de autonomía personal suena muy requetebién.
Es más, el comunicado final, advierte que la teología puede sumarse al diálogo interdisciplinar de la bioética, en la búsqueda común de valores, pero sin arrogarse el derecho de intromisión para dictar normas de moralidad a la sociedad civil. ¿Por qué será que nadie duda del verdadero significado de estas palabras?
En cualquier caso, la presente edición de la Asociación Juan XXIII sigue recordando, en esta etapa final de la historia, aquella genial definición de progre-teólogo por antonomasia, Hans Küng: el hombre que no aceptaba ser Papa para no perder su infalibilidad.
Eulogio López