Jean Guitton decía que el mundo actual tiene tres tabúes: Dios, la verdad y la muerte. Ahora tiene otro: el tercer sexo. Bien, rompamos tabúes. El tabú es una mentira, con un poso originario de verdad, como todas las grandes mentiras, y expresado de forma histérica. Este último detalle es importante. En dialéctica, a menor dosis de razón mayor dosis de histerismo. Es una ley que se cumple de forma inexorable. Y contra la histeria, el único instrumento eficaz consiste en repetir la verdad una y otra vez.

La verdad sobre la homosexualidad es que es una aberración moral y una guarrada física. Camilo José Cela lo explicó como nadie, cuando se compadecía del eximio (en verdad, un genio de la poesía hecha música) poeta Federico García Lorca: ¡Pobre Federico! –afirmaba el Nobel.

Y esa afirmación conmiseratoria sirvió para que una histérica, presente en la sala, no desaprovechara la oportunidad de manifestar su mala crianza:

-¿Tiene usted algo contra los homosexuales? –le espetó. Con la defensa de los sarasa por bandera, el tabú se atreve hasta con los más significativos y reconocidos próceres del país:

-No, nada, sólo que yo no tomo por el culo.

¡Ahí fue Troya! Terenci Moix afirmó que iba a quemar todos los libros de Cela, y los progres más celianos (¿o será celiacos?) se revolvieron contra el Nobel. Y es que el maestro había pronunciado una grosería muy gorda, pero una grosería que describía a la perfección, rigurosamente, plásticamente, el fenómeno homosexual: es decir, que Cela había "disparado contra el tabú", uno de los tres tabúes de Gitton: decir la verdad.

Tomar y dar por el culo es lo que hacen los gays. Es algo muy asquerosito, porque el ano no ha sido hecho, sino para expulsar las heces. Que hay que explicar esta palmaria asquerosidad, es señal de que el tabú homosexual impera a sus anchas.

Por tanto, no existe amor homosexual, entre otras cosas porque no existe sexo homosexual. Dar y tomar por tan poco honroso sitio no es sexo, es una cochinada... como todo aquello que contradice a la naturaleza, es decir, a la ley natural.

Pero, naturalmente, la fuerza del tabú no podía quedarse ahí. Una fisiología deformada conforma una psicología deformada (más bien al revés, pero, a los efectos, tanto monta, monta tanto), y está, una ética asimismo deformada. En cualquier caso, a la naturaleza no se la estafa sin riesgo. Lo que, traducido al román paladino: ¡la mala uva de los gays forma parte de cantares y leyendas! 

Sí, ya se que hay homosexuales estupendos, pero son aquellos que se rebelan contra su deformidad, no los que se enorgullecen de ella. Estos, que son los que imponen ahora su ritmo, han creado el más agresivo de los lobbies (incluso más agresivo que el lobby feminista): insultan, atacan, coartan la libertad de expresión de los demás, y lanzan dentelladas allí donde pueden, siempre apoyados en comportamientos de corte mafioso.

Y así, en determinados ambientes, especialmente artísticos, es muy difícil triunfar sin ser homosexual o sin rendir pleitesía a los gays. Pedro Almodóvar no tiene inconveniente en reconocer que el lobby rosa francés es quien le introdujo en Europa, o que el cada vez más poderoso lobby rosa del negocio audiovisual norteamericano tiene mucho que ver con su Oscar. La verdad es que no hacía falta reconocer lo que todo el mundo sabe, pero nadie se atreve a admitir en voz alta. Y así surge de nuevo la ficción gay: un grupo que se presenta como víctima cuando en realidad es verdugo. A día de hoy, intelectuales, políticos y empresarios temen la venganza gay y sufren el correspondiente síndrome de Estocolmo respecto a la homosexualidad más agresiva. 

Pero hablábamos de ética, y una ética deformada provoca una estética deformada. Verde y con asas: la estética homosexual, especialmente del homosexual que se enorgullece de serlo, es una estética morbosa. Un repaso a los escritores y cineastas homosexuales evitará mayores explicaciones. ¿Qué es morbo? Morbo es convertir al bueno de la película, al modelo de referencia, en violador de una comatosa, como hace Pedro Almodóvar, en su archigalardonada Hable con Ella. Ni un solo crítico, salvo la responsable de la sección de cine de Hispanidad.com, Juana Samanes, se ha atrevido a denunciar que el rey va desnudo (hablo en sentido figurado, que en estos casos conviene aclararlo todo). Mientras la radio y la TV pública, la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, rinden tributo al adefesio.

En segundo lugar, los homosexuales representan el suicido de la raza humana. Otra realidad bien plausible y tangible, imposible de olvidar si no fuera por la fuerza histérica que ha alcanzado el tabú: podemos permitirnos el lujo de la homosexualidad gracias a que existen heterosexuales, es decir, gente normal. Es más, los homo son parásitos de los heteros, en el sentido de que sin éstos no existirían aquellos. Y saben, apliquemos los criterios kantianos: si todo el mundo fuera homosexual, la raza humana desaparecería de la faz de la tierra. Ergo, la homosexualidad no debe ser cosa buena.

Tercer tabú que hay que romper: el homosexual no nace, se hace. Existen malformaciones hormonales que provocan una tendencia hacia, pero nunca es una tendencia irresistible. Fomentar una mala tendencia, en lugar de luchar contra ella, es doloso, es culpable.

Y dicho todo esto, ha llegado la hora de defender la masculinidad y la feminidad, tan espléndidas como complementarias. Es una urgencia mundial, como lo es tender la mano al homosexual que lucha contra su vicio, contra su patología. Éste merece todo respeto, afecto y ayuda. Pero no el que se enorgullece de su desviación y hace proselitismo de la misma. Éste simplemente representa la radiografía del vicio: O se vive como se piensa o se acaba pensando como se vive.

Porque alguien tenia que decir todo esto, ¿verdad?

Eulogio López