La subvención pública ha traído la prosperidad al campo español. El nivel de bienestar que se disfruta en nuestros pueblos es algo impensable hace sólo medio siglo. La cruz de este escenario es la escasez de mano de obra autóctona y su reemplazamiento por mano de obra inmigrante no integrada socialmente. Un polvorín de consecuencias impredecibles.
En estos días de agosto, muchos españoles regresan a sus pueblos a descansar. Observarán que junto a unas infraestructuras espectaculares y jamás soñadas se encuentra una economía próspera, pero excesivamente dependiente del maná público. Las explotaciones agrícolas y ganaderas ya no miran al cielo, sino a
Curiosamente, muchos campesinos han abandonado las tradiciones deslumbrados por las comunidades del Estado del Bienestar. Son los "downsiftings", los nuevos rurales, los que están redescubriendo la riqueza -y la dureza- de la vida en el entorno labriego. Cuidan gallinas, plantan sus tomates, ordeñan la vaca de madrugada. Y después se conectan a internet.
Las subvenciones han evitado la fuga de la población rural hacia los núcleos urbanos y el mantenimiento del medio ambiente. Pero también han conformado una población acomodaticia, anestesiada por la ayuda pública. Una población que ha olvidado el valor del sacrificio y del trabajo bien hecho. Y junto al bienestar, la secularización. Un proceso en el que, desgraciadamente, los curas rurales no han servido de freno con esa política de cerrar las iglesias los lunes "por descanso".
El resumen, es una sociedad adormecida, debilitada, carne de cañón de cualquiera que acuda con empuje y ganas de trabajar. Y eso es lo que está ocurriendo con la población inmigrante, mayoritariamente magrebíes. La situación ha generado dos sociedades: la de los propietarios o perceptores del PER que viven sin trabajar mucho, dedicados al ocio y la contemplación; y la de los trabajadores inmigrantes, muchos de ellos ilegales, pero luchadores y con convicciones firmes. Los primeros sólo pisan
Esta es la situación hoy. Pero cuando los "moros" se encuentren más arraigados y tengan más fuerzas harán la revolución. Y se derrumbará la sociedad occidental de la misma forma que cayó el Imperio romano: a la decadencia moral se sumaron los asentamientos bárbaros. Y con el bárbaro en casa, la conquista será mucho más fácil. Al tiempo. Y mientras tanto nosotros, anestesiados porque en un pueblo de la serranía granadina por fin ha llegado la señal de televisión. Pobres. Porque los niños dejarán de jugar y las abuelas suspenderán sus tertulias.
Luis Losada Pescador