Vivimos obsesionados con la ciencia y la tecnología. Y llevamos medio siglo enredados en el maquinismo.

El razonamiento empírico, que es el que desgraciadamente entendemos hoy por ciencia, nunca ha podido ni con lo muy grande ni con lo muy pequeño, ni con lo muy largo ni con lo muy corto. Los extremos del tiempo y del espacio se le escapan. Ocurre que en esos extremos es donde radica el conocimiento, porque cada elemento de la realidad se conoce en su frontera, y cada ser vivo, especialmente el hombre, se conocen por sus límites.

La ciencia nunca ha podido ni con lo muy grande ni con lo muy pequeño, ni con lo muy largo ni con lo muy corto
Sigamos. El racionalismo redujo el conocimiento a lo mostrable, pero la ciencia, surgida del racionalismo, lo redujo aún más: lo redujo a lo demostrable. Y el caso es que se puede demostrar sólo una ínfima parte de la realidad. En la vida, por de pronto, el sentido de la vida. Tampoco puede la ciencia conocer ni el origen ni el destino del hombre.

¿Y la tecnología La supuesta ciencia del momento. Eso aún es peor. Toda la política económica de los líderes occidentales, también de Mariano Rajoy, fijan a la tecnología el futuro. Algo absurdo porque el futuro no depende del hombre, ni tampoco de su ciencia o de su técnica. Pero la tecnología hace la vida más fácil hoy y la complica para mañana. Por ejemplo, los médicos no nos han alargado la vida, nos han alargado la vejez.

Lo mismo ocurre con las infopistas. Y le aseguro que yo me dedico al periodismo internetero. Es verdad que han multiplicado las posibilidades de comunicación, pero no lo es menos que nos esclavizan hasta forzarnos a hacer lo que si no tuviéramos móvil jamás habríamos hecho. Se multiplica la información pero se reduce la comunicación. La vieja pesadilla literaria del hombre esclavizado por la máquina ya está aquí... y la hemos aceptado con mucho gusto.

En cualquier caso, el problema de la ciencia y de la técnica nunca será su utilidad -que la tiene-, sino sus límites y su enorme capacidad para deshumanizar al hombre.

La 'solución', la de siempre, recordar que el hombre es espíritu y el espíritu aspira a Dios, entre otras cosas porque, una vez creado, el espíritu no tiene límite ni de espacio ni de tiempo. La ciencia y la técnica constituyen armas formidables para el desarrollo del espíritu, que es el único que conoce, pero no pueden ser su guía, nunca lo han sido.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com