Para la mitad de las españolas entre los 30 y 44 años, tener un hijo ha alterado significativamente su vida laboral, obligándolas a una reducción de jornada, al abandono temporal o definitivo del trabajo.
La existencia de hijos no explica por sí sola la dificultad de conciliación entre trabajo y familia. Sí lo hace una tasa de empleo femenino y una debilísima fecundidad, de 1,34 hijos por mujer.Los países que en la Unión Europea tienen una alta fecundidad registran las mayores tasas de actividad laboral femenina. Un factor peculiar de España que incide en la baja natalidad es que el 37 por ciento de las trabajadoras tiene un contrato temporal, cuando la media comunitaria es del 15,5 por ciento.
Es frecuente que en una familia joven ambos cónyuges tengan un contrato temporal, lo cual influye en sus decisiones de natalidad. La mayoría de las mujeres españolas creen que el modelo ideal es aquel en el que ambos cónyuges tienen un trabajo de similar dedicación y se reparten el cuidado de los hijos. Pero menos de la mitad vive en una familia de esas características.
La actividad laboral femenina no impide traer hijos al mundo e incluso formar familias numerosas. Esta es la enseñanza de la Iglesia sobre el trabajo y los hijos, Juan Pablo II lo deja bien claro cuando recuerda a los padres que no duden en tener una familia numerosa, porque lo prioritario no es la búsqueda del éxito profesional, sino transmitir a los hijos aquellos valores humanos y cristianos que dan el verdadero sentido a la existencia.
Clemente Ferrer Roselló
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