Sr. Director:
Aunque el diccionario de la Real Academia dicta que "ciudadano" es aquel natural o vecino de una ciudad, ya desde la antigua Grecia y, especialmente, desde la ilustración, ciudadano define a aquellos que integran la ciudadanía, portadores de unos derechos y sujetos a unas obligaciones.

Ver confirmados ese conjunto de derechos es especialmente conveniente, sobre todo cuando uno tiene la impresión de no recibir siempre ese obligado respeto en su propia nación. Tal grata experiencia de reconocimiento público me ocurrió el jueves 17 de Julio, cuando Kevin Rudd, primer ministro de Australia, al pronunciar su discurso de bienvenida a Benedicto XVI, no se limitó sólo a admitir con reproche el hecho religioso en la sociedad moderna, tal como ocurre en España, sino que sostuvo sin reservas que aquellos que dicen que "no hay lugar para la fe en el siglo XXI se equivocan. Que aquellos que consideran la fe enemiga de la razón yo digo que están equivocados. Fe y razón son grandes compañeras".

Pedir como ciudadano un respeto es un derecho; pedir como católico y sacerdote no ser ni excluido ni recluido a la esfera de lo privado, una obligación. Y esto lo afirma no la Santa Sede, sino la voz del pueblo en la figura de un primer ministro no católico. ¿Prenderá tal ejemplo de concordia y liberalidad entre otros primeros ministros o, más concretamente, en nuestro presidente?

Fulgencio Espa Feced

fulespa@gmail.com