El otro problema del aborto -aparte del aborto mismo- es que la era abortista dura demasiado. Es decir, que ya tiene historia. Es decir, que lleva décadas expandiendo su ponzoña por el mundo y su pléyade de patologías.

Ahora, los psicólogos hablan del "síndrome del superviviente". Con él se refieren a ese niño nacido en una familia donde ha habido muchos abortos y el superviviente se pregunta por qué él ha logrado vivir y sus hermanos no. La ensayista italiana María Antonia Macchiochi lo traducía en una frase que una adolescente dirigía a su madre: O sea, ¿que tú te habrías librado de mí?

Otro de los problemas proviene de ese nudo de patologías que es la fecundación asistida, en la que se perpetran abortos selectivos sin cuento además de utilizar embriones humanos como cobayas de laboratorio.

No es necesario recordar que el primer bebé probeta del mundo, una norteamericana, denunció a su madre, quien había utilizado esperma de un donante anónimo, porque decía sentirse perdida y porque quería conocer su origen. Para ser exactos, quería saber quién era su padre. Síndrome de la identidad perdida, podríamos llamar a esa figura. Por cierto, perdió el juicio, que ya se sabe de parte de quién está la ley.

De la misma línea FIV procede la donación de semen y de óvulos. Es otra alerta que ya empieza a afectar a los hombres y mujeres con más sensibilidad. Porque hemos llegado a un punto en el que muchos pueden encontrarse por la calle a alguien muy parecido a él. En definitiva, la atormentante pregunta: "Ese puede ser hijo mío". Ya es una realidad.

Eulogio López

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