La presentación de prestigiosos informes sobre los niveles de pobreza y de desigualdad social en España debe hacernos pensar, máxime en un momento de confusión generalizada, agudizado por los datos de la crisis económica y por las soluciones insatisfactorias que se están barajando.

Sr. Director:

Por mucho que se nos llene el orgullo con el progreso de España en los últimos años; por más que los políticos consideren que su contribución a la modernización es decisiva, aunque después no prediquen con el ejemplo; por más que los índices económicos comparados con otros países sean reveladores de nuestro bienestar y que el nivel general de satisfacción que tenemos con nuestra forma de vida sea alto, en España se ha consolidado en los últimos años una bolsa de pobreza que no somos capaces de eliminar y que con motivo de la crisis está aflorando.

Esta bolsa representa un déficit estructural que genera desigualdades que fácilmente pueden provocar formas de descontento social. Los datos son elocuentes: el cuatro por ciento de la población española sufre pobreza extrema; un diecisiete por ciento de los hogares españoles padecen algún tipo de exclusión social.

Otro de los resultados revela que hay grupos de población, como son los mayores, las mujeres y los niños, que son más vulnerables a las oscilaciones de la economía, además de encontrarnos con que rebrotan antiguas formas de pobreza como la infantil.

Esta nueva radiografía exige que pensemos en qué consiste de verdad el progreso de todos y para todos. Nuestra respuesta no puede ser mirar para otro lado.

Jesús Martínez Madrid

jdmezmadrid@gmail.com