El último Consejo Europeo ha resultado mucho más relevante, y nefasto, de lo esperado. Asegurar que la UE se ha convertido en un club de 27 países sometidos a la diarquía de París y Berlín, especialmente de la canciller alemana Angela Merkel, ya no es noticia. Pero sí lo es la perversa corriente doctrinal que se está imponiendo en la construcción de la Nueva Europa unida. Sus rasgos distintivos son dos: puritanismo y capitalismo financiero.
Puritanismo es la imposición de la virtud a la fuerza, por fuerza de ley. El puritano siempre le ha tenido ojeriza al católico romano. Es lógico, para el cristiano la moral se propone, no se impone; el puritano, por el contrario, no confía en el hombre y es un firme convencido de que la letra con sangre entra. Traducido al Consejo Europeo: castigos para el que no cumpla los objetivos de déficit, que naturalmente deciden los grandes y aquellos países atacados por los especuladores aunque tengan menos déficit que los países ricos, menos prestaciones públicas y peores salarios.
Las deudas hay que pagarlas, reza el puritanismo bursátil. Y así es, pero cuando el deudor se ha apalancado de forma irresponsable hay que romper el círculo vicioso: hay que dejarlo quebrar y que vuelva a empezar de cero.
El último Consejo Europeo ha consagrado el principio de no dejar quebrar a nadie, ni bancos ni países. Bajo tan noble premisa, los políticos se endeudan a mayor gloria de los pudientes y luego exigen a los ciudadanos que paguen los intereses a costa de penurias. Capitalismo y puritanismo: dos enemigos de los menesterosos.
Bienaventurados los jóvenes porque ellos heredarán la deuda nacional, decía Hoover. Esta es la sociedad que estamos dejando a nuestros hijos, que nacen con unos cuantos miles de euros de deuda bajo el brazo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com