En contra de lo que algunos obsesos piensan, el PEN no es un club de carreteras de muy baja reputación. Es algo mucho peor: se trata de un club internacional destinado a defender a escritores y periodistas perseguidos, en la firme convicción de que "periodista perseguido" constituye una reiteración.

 

El PEN se ha reunido, cómo no, en el Fórum de las Culturas, extraordinario y genial invento que la progresía se ha montado en Barcelona con el sano propósito de esquilmar a instituciones públicas y empresas privadas en aras de lo políticamente correcto. Todo sea por la cultura. Me temo que la cosa no ha hecho más que comenzar, y que se arrastre hasta el próximo mes de septiembre, lo que, sin duda, engrosará las arcas de todos los amigos del dinero ajeno, sea público y privado, colectivo que comúnmente conocemos con el nombre de intelectuales, sea en su versión más pedante, las que acogen los medios, o en su concepción más cutre, conocida como ONG.

 

Pero a lo que estamos. En la sesión del Fórum dedicada al PEN Club (no, Penthouse no, Pen Club), la estrella invitada no podía ser sino el maestro de todos los perseguidos: Salman Rushdie. El autor de Versos Satánicos sí puede presumir de perseguido, porque cometió el error de meterse con la religión musulmana, y no hizo como nuestro insigne Ramírez de Haro, el cuñadísimo de la presidenta madrileña, como creo haber dicho alguna vez. ¡Ah, la familia!, importante institución, aunque de difícil manejo. De Haro, mucho más astuto, por menos talentoso, dejó a Alá en paz y se dedicó a ciscarse en el Dios de los cristianos, que son mucho más pacíficos y tienen la obligación de amar a sus enemigos. Esto es, de aguantarse las ganas de estrangularle.

 

No se crean que el PEN lo tiene fácil. No es tan sencillo encontrar escritores y periodistas perseguidos, quiero decir, físicamente perseguidos. Por lo general, la cárcel de los escritores y periodistas son los intereses de poder o de dinero de sus editores, así como la presión de lo ambientalmente correcto, que es lo que realmente genera el pensamiento único. Pero los del PEN sólo son unos buenos chicos progres, y tampoco se les pueden pedir peras al olmo. Además, esa progresía topicona, de la que forma parte el PEN (no confundir con el Plan Energético Nacional que es cosa mucho más seria), es precisamente quien impone el discurso cultural imperante, por lo que no le interesa reflexionar sobre quién controla en realidad la sociedad de la información, quién es el verdadero censor del siglo XXI.

 

Total, que Rusdhie nos ha explicado en pleno Fórum que "siempre se ha intentado controlar el pensamiento. Voltaire –interesante cita- dijo que la batalla por la libertad de expresión no era contra el Estado, sino muchas veces contra la Iglesia". Y es muy lógico que Voltaire afirmara tal cosa. Es más, lo ilógico hubiese sido que invirtiera los términos, considerando que Voltaire era más amigo de vivir a cuerpo de rey con dinero de los reyes y príncipes que de rezar con los curas. Por supuesto que Voltaire defendía al Estado: como que era quien le pagaba, protegía y cuidaba de que recibiera su correspondiente porción de gloria, a la que era tan devoto.  

 

Bromas aparte, el problema de Rushdie es grave, porque, en efecto, cualquier chiflado extremista podría pegarle un tiro. Ahora bien, Rushdie lleva tantos años de sufrimiento como de empecinamiento en la ofensa. Porque la gravedad de la injuria no hay que buscarla en el ofensor, sino en el ofendido. Su petición de perdón al mundo musulmán sonó a falsa, a interesada, y buena prueba de ello es que, al no conseguir su propósito, ha vuelto a ratificarse en las tesis de Versos Satánicos, donde, dicho sea de paso, y hasta donde he leído, no hay tesis, sino un puro desprecio a la religión de Mahoma.

 

Cuando Rushdie afirma que "no arden los manuscritos, arden los escritores" no está considerando que, como reza el refrán español, la pluma puede ser más cruel que la espada y que la libertad de expresión no puede convertirse en la libertad de insultar, injuriar o ridiculizar al contrario. La tolerancia no basta, se necesita algo más: se necesita respeto, esto es, buscar la parte de verdad, toda la verdad, que anida en el discrepante. Los musulmanes se comportan como bestias cuando pretenden asesinar a Rushdie, pero Rushdie les injuria cunado insulta su fe y exige impunidad para continuar insultando.

 

Durante la reunión del PEN (no confundir con la secta de Profundos Conocedores de la Naturaleza) en Barcelona, hubo muchos más rebeldes esponsorizados que tomaron la palabra. Por ejemplo, la británica Joan Smith, originalísimo nombre para una más original exposición: "Hace 14 meses tuvimos que viajar a España por el cierra del diario Egunkaria, algo que no sucedía desde hace mucho tiempo en Europa". ¡Y olé la chiquilla! Naturalmente, el ex director de Egunkaria, de cuyo no nombre prefiero no acordarme, aprovechó el paraguas del PEN para hablar de lo mucho que sufren los periodistas proetarras. Es decir, que nuestra víctima euskalduna de la libertad de expresión aprovechaba un foro financiado por empresas e instituciones a los que sus defendidos de ETA habían asesinado, torturado o extorsionado. Y que viva el PEN Club.

 

En mis peores momentos, sospecho que el PEN Club y el Fórum de las Culturas (que no de la cultura) no saben distinguir entre violencia física y violencia psíquica. Supongo que si un hombre se sitúa en la cara de Rushdie y comenzara a injuriarle, mentándole a la madre, dedicándole cualquier exabrupto, amenazándole, ridiculizándole, burlándose de él, pero sin tocarle un pelo, Rushdie agradecería emocionado aquella muestra de libertad de expresión. ¿O no?

 

Porque si así no fuera, entonces habría que concluir que lo que busca el PEN es simplemente la impunidad y una cierta cobertura social para golpear al contrario, al tiempo eludiendo por ello cualquier responsabilidad. Más que la libertad de expresión, están defendiendo la libertad de insultar.

 

Dolors Oller, presidenta de la sesión catalana del PEN, puso su granito de arena estatutario, recordando la importancia de estas reuniones en un mundo "pluricéntrico, en el que la globalización entre en colisión con las múltiples identidades culturales". A mí me encanta esto de las identidades culturales. Porque uno sospecha que cultura sólo hay una, y que conviene emplear el singular. Es lo mismo, lo importante es que doña Dolors pone el dedo en la llaga. Hasta la cantinela de las identidades culturales pone de manifiesto que quien se apunta a esta tontuna progre no siente adhesión a identidad cultura alguna, sino que forma parte del credo más extendido: una idea (o un credo, o una convicción, incluso una argumentación) vale lo mismo que otra y ninguna vale la pena. Al menos, ninguna merece que se dé la vida por ella ni que se encarne (las ideas se encarnan cuando se ponen en práctica). Para el PEN, para la progresía dominante, para el Fórum 2004, todo es poco más que algo menos, las identidades culturales no precisan adhesión, no son sino materias primas de trabajo (bueno, de ocio) y la actitud del sabio moderno consiste en mariposear permanentemente de cultura en cultura, con el mismo espíritu con el que un filatélico contempla su colección de sellos.

 

En cualquier caso, lo que estamos aprendiendo todos con el Fórum. ¡Es la repera!

 

Eulogio López