Sr. Director:
Casi como quien cuenta que fue de compras o que salió a barrer la vereda llegan, por estos días, las noticias de la guerra en Iraq. Un periódico dice que murieron quinientos, mientras que otro se inclina por "solamente
En primer lugar, quiero decir que mueren mucho más los que matan que los que mueren. Ha muerto en su interior su conciencia, su valoración de la vida, su capacidad de amar al que es y piensa distinto, su conciencia de que el otro que está en frente tiene una familia que espera, como asomada por la ventana, el regreso de aquel padre o esposo escondido detrás de ese traje de soldado.
Pero, además, junto a los que mueren y matan, a los que están en la zona del conflicto, hay detrás un mundo entero que, en esta situación, toma de las más variadas posturas. Hay quienes se empecinan en multiplicar la guerra en los lugares donde habitan diciendo "a tal o a cual habría que matarlo por lo que está haciendo" o también "yo les metería una bomba a todos para que aprendan que no son los reyes del mundo". Como éstas he escuchado cientos de frases y de pensamientos que matan su propio corazón y quieren, sin darse cuenta, matar el corazón de quienes lo rodean. Suben al tren de la guerra y en cada estación la siembran, esparciendo ese tipo de comentarios en la vereda, en el almacén, en el lugar de trabajo y en su club deportivo.
Son ellos quienes sin querer se ocupan de que no sólo sean 120 o 500 los muertos (que aún siendo uno sería mucho), sino cientos de miles que, con la bronca en su corazón, permiten que la guerra se multiplique en los confines de la tierra. En la guerra, mueren muchos más de los que mueren.
Prefiero, en cambio, los que casi tercamente eligen sembrar la paz. Sembrar, no luchar. Luchar por la paz, a la larga engendra violencia. Sembrar, en cambio, es una actitud más del corazón, que se dedica a amar a los otros en las actividades cotidianas y que en nombre de la humanidad pide perdón por todos los males que comete.
Martin Luther King, Mahatma Ghandi, Teresa de Calcuta. He ahí el gran atractivo de nuestro tiempo: sembradores de paz, personas que aman al otro más allá de toda ideología, lengua, raza, pueblo o nación.
Agustín Fontaine
hermanoagustin@hotmail.com