Repsol se las tiene tiesas con Kirchner. La multinacional contra el petróleo, o el populismo chavista hispano. Las multinacionales petroleras se resisten a invertir en la Argentina por falta de seguridad jurídica

 

Hace dos años la facturación procedente de Argentina de Repsol YPF casi rozaba el 60%, ahora apenas supera el 40%. La razón es muy sencilla: la petrolera española que preside Alfonso Cortina está harta de las constantes exigencias y subidas de impuestos del Gobierno Kirchner, así como de las amenazas de potenciar la Empresa Nacional de Energía (ENARSA) y, lo que es más importante, el intento de crear la gran multinacional (pública, por supuesto) petrolera iberoamericana alrededor de Hugo Chávez y el petróleo venezolano, a lo que se sumarían las reservas de petróleo y gas de países como Brasil, Bolivia, Perú y la propia Argentina.

 

En este verano que ahora va a concluir, el consejero delegado de Repsol YPF, Ramón Blanco, ha pasado más tiempo en el Cono Sur que en su residencia madrileña. Sin ir más lejos, el Ejecutivo Kirchner ha decidido subir del 8% al 20% el impuesto que grava la exportación de crudo. No ha sido más que un peldaño más en la escalada del endurecimiento fiscal del Gobierno. Todo ello dentro de un ambiente general marcado por la desconfianza de las petroleras en Kirchner y en su falta de palabra, que les está llevando a abandonar el país.   

 

Repsol YPF fichó como consejero a Alejandro Mcfarlaine. Mcfarlaine es  el yerno del que fuera todopoderoso director de la inteligencia argentina SIDE con Carlos Menem, es decir, el todopoderoso Ansorregui, conocido como el número cinco. Así que Mcfarlaine se quedó con el dos y medio. Pasa por ser un hombre con las mejores relaciones en Argentina y, lo que es más importante, con la mejor información.

 

No es ningún secreto que Kirchner conoce muy bien el mundo petrolero. No en vano, antes de acceder al poder central gobernó la muy petrolera provincia argentina de Santa Cruz. El mundo del petróleo se rige por las regalías, un concepto que no tiene nada que ver con su significado en España. La regalía no es más que una forma de impuesto que pagan las petroleras a los Gobiernos a cambio de los derechos de explotación de crudo.

 

Porque esa es otra. En la pugna entre Repsol y Kirchner, el mandatario argentino recuerda a la petrolera española que el subsuelo pertenece por ley al Estado. Dicho de otra forma, cuando Repsol compró YPF sólo estaba comprando unos derechos de explotación, no la propiedad del crudo argentino. Y esos derechos de explotación son perfectamente explotables. A nadie se le oculta que el argumento resulta inadmisible para cualquier perito en derecho internacional, pero está sobre la mesa. Salvo en Estados Unidos, lo cierto es que los productos del subsuelo son, en efecto, propiedad del Estado. Ahora bien, la amenaza de Kirchner sólo tiene un parangón: la revolución libia del coronel Gadafi.

 

En este ambiente de tensión, surge la opción chavista. Desde que el 15 de agosto ganara el plebiscito, y una vez que tiene perfectamente controlada su poderosísima industria petrolera, Hugo Chávez se ha convertido en el líder del populismo iberoamericano. Los gobernantes de los países antes citados juegan con la idea de afianzarse en sus cargos y de crear una especie de multinacional político económica del petróleo. Y en el ambiente de populismo izquierdista que se respira en la mayoría de las cancillerías hispanas en el momento presente, con un Chávez que regala petróleo a Fidel Castro, el sueño no parece imposible.

 

En el entretanto, no sólo Repsol YPF, sino también el resto de petroleras presentes en la zona lo tienen muy claro: si por una u otra vía Kirchner pretende nacionalizar el petróleo, la respuesta es muy sencilla: Que invierta él. A mayor presión política, menor inversión privada. Ese es el juego.