No se bandeó bien Pablo Isla, presidente de Inditex, ante la acometida de la televisión pública francesa, que portaba una peregrina acusación sobre explotación de niños a cargo de algún proveedor de Inditex.

Debía haber sido más duro y más tajante, porque lo de France 2 no era preocupación por la esclavitud laboral infantil sino ganas de armar follón. Tenían el objetivo, porque Amancio Ortega se ha convertido en el quinto hombre más rico del mundo –y eso molesta mucho- y porque Inditex es una empresa española de éxito en el mundo que en mitad de la crisis ha creado cerca 10.000 empleos, ha aumentado todos sus márgenes y el I D lo mantiene en España, para ser exactos, en La Coruña.

De hecho, la única pega que se le puede poner al imperio Zara y a su propietario Amancio Ortega es que no aproveche su desbordante liquidez para diversificar en otros negocios en España.

Uno puede vigilar a sus proveedores pero siempre hasta cierto punto. A final, operas en países con explotación laboral donde las empresas están sujetas a leyes y poderes que alientan esa explotación.

Ante eso, pueden adoptarse dos medidas: o suprimir las inversiones en países donde se practica la explotación o mirar hacia otro lado y tragarse sapos y culebras bajo la excusa de que "todos lo hacen".

Ahora bien, que una tele pública francesa se ensañe como el pasado miércoles se ensañaron con Pablo Isla, suena un poco exagerado o un poco interesado. O ambas cosas a la vez.

Eulogio López

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