Hay cosas que no pasan más que aquí. Suena manido, pero de verdad que Spain is different, y Cataluña, más different todavía. Hete aquí que el Ayuntamiento de Viladecans (60.000 habitantes), con más paro que la media de su provincia (Barcelona) y de su comunidad autónoma, ha decidido enterrar literalmente una buena partida de fondos públicos para auto construirse una red de fibra óptica. Con ella, conseguirá que sus ciudadanos naveguen por Internet a gran velocidad (50 megas) a un precio, dicen, muy competitivo (como 45 euros al mes). Sí, sí, yo también noto el tufillo electoral, sí.
No contentos con eso, se la regalan, para su explotación, a un operador en concreto, Orange France-Telecom, les recuerdo. Mucho iban a darle a Telefónica en un ayuntamiento francés para explotar una red de fibra construida con dinero europeo. Sólo imaginarlo da como risa.
Resulta que como la regulación nunca es igual para todos a alguien se le ocurre llamar la atención de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT) sobre el asunto y parece que haya pisado un callo. Los fondos que van a emplear están ahí, bienvenidos sean, y está especificado para qué sirven: son, entre otras cosas, para hacer obras que mejoren el acceso a las redes e infraestructuras de las tecnologías de la información pero en zonas donde no haya competencia. Obras, por cierto, que tenían que haberse hecho antes del 31 de diciembre de 2010, pero no se hicieron. ¿Por qué? Porque 2010 no era año electoral.
Utilizar fondos públicos para construir red en una zona donde ya hay competencia en telecomunicaciones es, como mínimo, desincentivador para los que quisieran arriesgar, en los tiempos que corren, con su inversión privada. Y para supervisar este tipo de cosas, digo yo, está la CMT. Pero o no está o no se la encuentra.
Andrés Velázquez
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