Woody Allen es un brillante cerebro de segunda división. Por ejemplo, escuchen la siguiente frase: Cada vez que salgo de oír a Wagner me entran ganas de invadir Polonia. Es una frase ingeniosa, un buen chiste hasta que te das cuenta de que 6 millones de polacos entre ellos la mayor comunidad judía de la Europa de entreguerras- murieron de forma violenta a manos de nazis alemanes y comunistas rusos, y entonces lo graciosos deja de provocar gracia, sólo hilaridad. Lo que le ocurre al cineasta es que le falta corazón, que es lo que suele conducir a la ironía, de la misma forma que el ingenio, desprovisto de corazón. Sólo lleva a la hilaridad, cuando no la frivolidad.

Leo en La Vanguardia ¡Qué progre se nos ha vuelto el Conde- una declaración de Woody Allen: Siempre que alguien comienza hablarme de Dios acaba pidiéndome dinero.

Y muy bien que hace, señor Allen, porque, cuando hablamos de compromiso, hasta que no has llegado al bolsillo no has llegado al corazón. Hay muchos que están dispuestos a dar su vida por Cristo, pero no la cartera. Acusar a la Iglesia de ser un negocio es la crítica más antigua y más tonta de entre todas las críticas tontas del anticlericalismo actual. Y lo dice servidor, para quien es preferible una Iglesia pobre pero libre, o mejor, paupérrima pero libérrima. Sobre todo, porque si el Estado retira todo tipo de aportación que no es más que una compensación, y rácana, por los servicios prestados por la Iglesia a la sociedad, deberían ser los católicos quienes se rascaran el bolsillo para atender las necesidades materiales de la Iglesia: y eso sería sencillamente maravilloso. Injusto, pero maravilloso.

Es interesante tener en cuenta estas cuestiones para no caer en la trampa de la actual campaña contra la Iglesia del Gobierno Zapatero, que más que cristianofobia empieza a sufrir de algo más peligroso : Cristofobia. Veamos: todos los parlamentos de los más insignes comecuras de Zapatero, tales como la vicepresidenta Fernández de la Vega, el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, o el alto comisionado -¡me encanta esta denominación!- don Gregorio Peces-Barba consiste en amenazar a la Iglesia con retirarle el dinero. La verdad es que no disfruta más que de un sólo privilegio : el de la asignación tributaria. Pero calificar de privilegio esa cuestión resulta muy curioso, porque la asignación tributaria es el único impuesto en el que los españoles, todos los españoles, pueden elegir el destino de sus impuestos, o al menos de una pequeñísima parte de lo que pagan al fisco, para ser exactos, un 0,5%. El resto es un cheque en blanco que depositamos en los políticos, un colectivo sobre el que toda la ciudadanía alberga la mayor de las confianzas. El PSOE sabe que la Iglesia no recibe más que cualquier otra institución sin ánimo de lucro y que le ahorra muchísimo dinero al Estado, especialmente en materia educativa. Pero la imagen del cura pesetero tiene mucho predicamento entre las mentes débiles.

Pero Woody Allen tiene toda la razón: hay que llegar al bolsillo, es un orificio que compromete mucho más que el corazón, al menos que el corazón de algunos.

Eulogio López