Uno espera que los mexicanos cuelguen a los editores de algún sitio, al modo de Manuel Fraga. Vamos que emprendean acciones legales por atentar gravemente contra los sentimiento religiosos de la practica totalidad de los mexicanos. Uno puede ser católico o no, practicante o no. Pero ser guadalupano, no se discute.
Porque ella es la madre. Mamita y patrona, protectora como lo fue del indio Juan Diego, el primer indígena canonizado por la iglesia católica. Ella representa el mestizaje de pueblos y culturas. Guadalupe es la mujer vestida de sol, con la luna a los pies. Y en su vientre, el esperado, la esperanza. La Madre de Dios.
Los mexicanois viven la fiesta con especial intensidad. El santuario de la Virgen de Guadalupe es el santuario más visitado del mundo, con 16 millones de personas al año. Hay peregrinaciones de bomberos, militares, estudiantes, abogados y hasta prostitutas. Todos rinden homenaje a la madre en su día. Una piedad popular que enternece a quien ha visitado el Santuario.
Por eso no hay derecho a que nadie se burle de nuestros sentimiento religiosos. En cambio, para contrastar, ayer se expuso la premier de una película -Guadalupe- que recomiendo a los lectores. Sin matar la trama diré que la historia releva el viaje de un investigador agnóstico que se encuentra con la tilma santa y encuentra de paso el sentido de la vida. Los que se sientan hijos de Santa María de Guadalupe, los que desconozcan por qué la virgen decidió aparecerse y mostrarse sin mano humana, por qué sus ojos guardan el momento, por qué eligió a un pobre indito que apenas hablaba castellano, no deben dejar de verla. Y si de paso se animan a denunciar a la publicación de marras, mejor.
Luis Losada Pescador
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