Se presentaba en sociedad Luis Fernández, el nuevo director general de RTVE. Lo hizo en un desayuno del Foro de la Nueva Economía. En España, desconozco si ocurre lo mismo en otros países, cuando la gente quiere bronca política se va al Parlamento, pero cuando lo que desea es decir algo se deja invitar a un desayuno, sea de la agencia de noticias Europa Press, del Foro de la Nueva economía o de cualquier otro "organizador de eventos". En Madrid, a las nueve de la mañana, o estás "impartiendo" un desayuno o estás tomando un café mientras te "lo imparten". Es en los desayunos de los hoteles de la City donde se acude para decir algo.
Salvo Luis Fernández, que no dijo absolutamente nada. Eso sí, en su discurso inicial sólo faltó una alusión a la paz en el mundo, sin olvidar la necesidad de evitar la violencia gratuita y de cuidar a la infancia y a la juventud. Su arcangélica alocución intentó mostrar un talante conciliador con el adversario, es decir, con la derecha, y calificó a los informativos de la TV pública como los más imparciales, profesionales y plurales.
Veamos. Fernández es uno de los periodistas más sectarios surgidos de la sectaria cuadra de periodistas de Jesús Polanco, que siempre han operado al grito de "al enemigo, ni agua". Es uno de esos personajes con un biotipo similar al de ZP: te obligan a comulgar con ruedas de molino. Quiero decir que un personaje que hace esa loa de los telediarios, y de los informativos de Radio Nacional de España, en el momento en que han alcanzado el mayor grado de sectarismo, cinismo, manipulación, retorcimiento de la realidad y lavado de cerebro colectivo, no puede hablar de imparcialidad. Puedes afirmar que hay aspectos a mejorar, pero no puedes hacer que todo el mundo se trague píldoras de la paz en medio de una cruda batalla.
Un periodista de la revista Zero, es decir, del lobby gay, le preguntó sobre el respeto a las minorías, es decir, sobre la promoción de la homosexualidad en RTVE. Fue su única respuesta directa a un par de decenas de preguntas directas. Fernández afirmó que pensaba llevar al Congreso un paquete de medidas en defensa de las minorías, es decir, de los gays.
Para entendernos, lo que está ocurriendo en la TV española es muy sencillo: no existe monopolio, pero sí oligopolio ideológico, que es peor. No se enfrentan la izquierda y la derecha, salvo por su cuota de mercado y su cuenta de resultados. RTVE, Cuatro, La Sexta y Tele 5, una pública y tres privadas, constituyen el sostén más importante del PSOE y A-3 TV se sitúa aproximadamente en terreno intermedio entre PSOE y PP.
Pero el problema más grave del oligopolio es otro: el problema más grave del oligopolio progre en TV es que todos los canales emiten la misma ideología, la de quienes aceptan cualquier tipo de ideario porque no creen en ninguno. Piensan distinto, pero todos coinciden en algo: ninguna cree que merezca dar la vida por lo que se piensa. Fernández pide "mentes abiertas" pero el gran Chesterton le respondería que "una mente abierta es un signo de estupidez, lo mismo que una boca abierta… el fin de abrir la mente, como el de abrir la boca, es cerrarla de nuevo sobre algo sólido".
En el oligopolio cada cual cumple su papel, son como actores de un guión prefijado, el guión del espejismo pluralista. Por eso, el oligopolio puede fichar a cualquier periodista o creativo… salvo a un católico, esos tipos que "se creen en posesión de la verdad". En el fondo estamos en el pensamiento único, y los únicos que chirrían somos los católicos. O dicho de otro modo, los que creemos en algo. Y entre esos dos bandos puede haber concordia, pero nunca entendimiento. Pero no se engañen, cuanto más dulces son sus palabras, tanto en ZP como en Fernández, más acre es su espíritu y menos proclives se muestran a la concordia. El espíritu Polanco impera en RTVE, y Polanco nunca hace concesiones, sólo negocia el grado de dureza del varapalo.
Eulogio López