Sr. Director:
Es cierto que la subcontratación es una de las mayores fuentes de corrupción en España. En sectores como la informática existen ahora mismo muchísimas empresas que dan empleo a cientos de miles de trabajadores y que no aportan valor en absoluto, sólo subcontratan personal, a veces dos y tres veces antes de llegar al cliente final. Por supuesto las grandes empresas del sector participan con entusiasmo en este negocio tan lucrativo, aportando su nombre, imagen y muy poco más para comprar trabajadores con una mano y venderlos con la otra.
No hace falta decir que el criterio para seleccionar a un proveedor de carne en vez de otro, tiene a menudo que ver con las atenciones que se prestan al responsable o responsables de la decisión de compra, como es habitual cuando se trata de servicios que carecen de valor añadido. En otras palabras, los poderes públicos crean las ETT con el propósito, en teoría, de favorecer el mercado laboral, a continuación no se persigue en absoluto el fraude y el resultado es que se produce una transferencia de recursos (qué bonita expresión) de los sueldos que reciben cientos de miles, o millones de trabajadores a una pandilla de facinerosos.
Lo verdaderamente pasmoso de toda esta historia es que, si una empresa se pone a buscar ahora mismo ingenieros o técnicos para trabajar - siguiendo con el ejemplo - en informática en España no recibe apenas candidaturas. Hay pleno empleo, aunque los sueldos no son especialmente altos porque una buena parte del margen se lo llevan los subcontratistas, y, sin embargo, cuando alguien ofrece un empleo fijo, bien pagado y con posibilidades de formación casi nadie se mueve; cuando les preguntas por qué tan poco entusiasmo la respuesta siempre es la misma: pura inercia, autocomplacencia y la incomodidad que supone cualquier cambio. Casi nadie se mueve, por mucho que se queje, si no es para ganar un 40% más Sería muy fácil y muy poco realista decir que determinadas mafias empresariales y funcionariales son las únicas responsables de esta situación. Lo que hay es un problema social profundo y un síntoma de este problema es que los explotados de hoy no aspiran a mejorar sus condiciones, sino a ser los explotadores de mañana.
José María Bernal Ocio
josembernal@wanadoo.es