Es uno de los personajes menos conocidos mundialmente, quizás porque se llama Mohamed Baradei, y muchos occidentales consideran que Mohamed es nombre común de todos los musulmanes. Además, el director de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) fue condenado al ostracismo por el jefe de inspectores de la ONU en Bagdad, Hans Blix, mientras duró aquella particular feria de las vanidades de la sociedad mediática: los prolegómenos de la invasión guerra de Iraq.

 

El caso es que Baradei continúa advirtiendo que ni armas químicas, ni bacteriológicas, ni perrito que nos ladre. Las verdaderas armas de destrucción masiva siguen siendo las antiguas armas nucleares. Para ser más exactos, la posibilidad de que un grupo terrorista logré ensamblar y explosionar un arma nuclear. No es difícil, pero según el egipcio Baradei, tampoco imposible.

 

Según la Inteligencia española, entre algunos de cuyos miembros Baradai posee un gran predicamento, resulta ilustrativo que el director de la OIEA no dudara en enfrentarse a la Casa Blanca cuando esta se empeñaba en que Sadam Husein poseía las famosas armas de destrucción masiva, al tiempo que ahora sea él quien esté advirtiendo contra la posibilidad de que grupos terroristas, especialmente fundamentalistas islámicos, provoquen el primer atentado terrorista atómico de la historia y, más en concreto, en la "obsesión" de Baradei con Irán.

 

Sí, Baradei casi se convirtió en un defensor de Iraq en su momento (casi). Sin embargo, ahora muestra una dureza con el Gobierno de Irán. Para Baradei, está claro que Teherán continúa ocultando datos a la Agencia acerca de su plan nuclear.

 

En paralelo, y quizás no sea casualidad, Francia, Alemania y Reino Unido (los dos primeros se convirtieron, casi, en los defensores de Iraq un año atrás) insisten en que la Agencia expediente a Irán. El régimen de los ayatolás asegura que su programa de enriquecimiento de uranio es transparente y sólo tiene como objetivo su uso civil. Los tres países europeos no piensan lo contrario, mientras Washington simplemente opina que Irán persigue la fabricación de bombas atómicas. Lo curioso del caso, la única novedad, es que las palabras y la actitud de Baradei dan pábulo a que, en esta ocasión, las sospechas occidentales, también las de la Administración Bush, sean algo más que una sospecha.

 

Y, naturalmente, todo el mundo sabe que un atentado terrorista nuclear daría paso, entonces sí, a un choque de civilizaciones o, para ser más exactos, a una guerra de exterminio.