Recientemente Inglaterra también se ha sumado a la tendencia de equiparar las bodas gay al matrimonio.
Aunque sobre este asunto, lo políticamente correcto sea no discrepar, pienso que no es ninguna falta de respeto recordar que las cosas son lo que son, independientemente de la política o de la moda.
Entre hombre y mujer sí se puede realizar el compromiso de una unión matrimonial; pero no entre hombre y hombre, ni tampoco mujer con mujer. No es ningún oprobio que una cosa no sea otra.
Legal puede ser todo lo que se legalice, pero eso no altera la naturaleza de las cosas: si un parlamento, aunque sea por mayoría absoluta, aprueba una ley afirmando que "es oro todo lo que reluce", eso será legal, pero absurdo.
Tenemos un vocabulario rico y preciso, y aunque a veces pueda resultar arduo, conviene encontrar para cada realidad la palabra que la define adecuadamente. Denominar una realidad con el nombre de otra, puede ser un eufemismo que suene mejor, pero también una perversa manipulación del lenguaje que crea confusión.
Por higiene comunicativa, sería muy conveniente llamar a cada cosa por su nombre, al matrimonio, matrimonio, y a otra cosa, lo que sea.
José Murillo