Para alegrarnos el comienzo del pasado fin de semana, la ministra de Sanidad, Ana Pastor, nos anunció que todos los laboratorios españoles tendrían los embriones "que necesitaran", se supone que para mejorar la vida de los seres humanos... con la única condición de que hayan nacido. De hecho, el periodista televisivo parecía muy preocupado, no fuera a ser, ¡Dios no lo quiera!, que algún prestigioso científico se quedará sin embriones humanos para practicar el noble arte de la vivisección (como los toros, en vivo, que exhala más pasión).

¡Qué tiempos aquellos! Sin ir más lejos, cuando el Gobierno Aznar prometía a la Iglesia que si no alzaba la voz contra el troceamiento de embriones, ellos prometían que no se 'producirían' más seres humanos en esos mataderos de las clínicas FIV. Y el término resulta pertinente, porque los seres humanos no se producen, se engendran. Pero, una vez se ha conseguido colocar la norma en el Boletín Oficial del Estado (BOE): ¿qué más da todo?

Y lo más asombroso, que no sorprendente, sigue siendo lo mismo: nadie dice nada. Las evolución de la señora ministra Ana Pastor, a la que se adjudica la Vicepresidencia del futuro Gobierno Mariano Rajoy, no merece ni el menor comentario entre los articulistas de izquierdas ni de derechas, ni del PP ni del PSOE. Es más, Pastor está que lo tira. Mismamente: el pasado domingo 1, la ministra se convirtió en el objetivo de una entrevista publicada en el diario La Razón, en la que el periodista, sesudo él, todo un especialista en sanidad, le preguntó por lo necesario y lo contingente, por la profesión médica, las listas de espera, el gasto farmacéutico, las nuevas tecnologías y el mal de ojo. Lo único que se le olvidó fue preguntarle, curiosamente, por la ley más importante, y bárbara, que la entrevistada ha llevado al Parlamento. Con la vida está ocurriendo lo mismo que en la época victoriana y su correspondiente censura social: no se menciona la palabra pantalones delante de una señorita. Hoy está prohibido hablar de embriones... en presencia de la ministra que ha dado luz verde para la gran masacre. No hace intelectual.

Vamos a ver señora ministra, usted es médica de profesión. Por tanto, tiene los suficientes conocimientos para saber que donde hay genoma humano hay ser humano, y en el embrión humano hay genoma humano, hay una identidad genética... aunque no tenga forma de ser humano. Por una sola vez, ¿no podíamos ir a las esencia en lugar de a la apariencia?

¿Por qué ceder, entonces, ante unos investigadores vanidosos, empeñados en ser como dioses, cuando su objeto es homicida, sus fines sospechosos y su objetivo 'conseguible' por otra vías (células madre adultas)?

Por cierto, en su alocución televisiva no nos explicó cuántos embriones hay crio-conservados. Si hay cobayas para todo salvaje que pretenda jugar con los seres humanos más indefensos, tiene usted que saberlo. Infórmenos de ello, y, de paso, infórmenos de los abortos que se han producido en España durante los años 2001 y 2002. Si el aborto y el troceamiento de embriones son actividades científicas y médicas tan loables, ¿por qué ese interés en ocultarnos el número?

O sea, señora ministra, lo que decía Juvenal: "Considera el mayor crimen preferir la supervivencia al pudor y, por amor de la vida, perder el sentido de vivir". 

Eulogio López