Sr. director: 

En algunas ocasiones, más bien pocas, y habida cuenta que estamos en temporada de rebajas, el gobierno nos sorprende con bajarnos el IRPF y, además, asumiendo por fin que existen mujeres trabajadoras con hijos para criar. Por fin, se resucitan los denominados "puntos" de los años 60, ayudando a las familias con 100 euros al mes por hijo menor de 3 años en forma de rebaja sobre los impuestos sobre la renta, aunque aislando al colectivo de trabajadoras que tenga contrato a tiempo parcial y no le corresponda declaración. En total mil doscientos euros al año, que no están nada mal, pero que difícilmente pueden compensar el feroz aumento del coste de la vida.

Actualmente circula un nuevo cuento de hadas que trata de convencernos que el coste de la vida ha subido apenas un 4%. Afortunadamente las carcajadas de los ciudadanos no están dotadas de alas para ocultar la luz del sol, pero es una lástima que con su estridencia no consigan sonrojar a más de un manipulador de estadísticas porque no se lo cree nadie.

Todos sabemos que con el cachondeo del redondeo del euro ha pasado lo mismo que con las órdenes del Prestige. Nadie sabe nada y todos ocultan sus vergüenzas porque todos hemos pasado a pagar los cafés de la mañana con 10 céntimos más como si nada, sin reparar que son casi diecisiete de las antiguas pesetas, o sea, un 15 % por encima.

Y después viene la compra de comestibles, el tabaco, la dichosa fluctuación de la gasolina que cambia cada semana, y la justa subida de los periódicos con otros diez céntimos que son ya otro 11%. Hasta los "todo a cien" que son el panegírico de la compra inútil, pero accesible, están pasando sutilmente al todo euro. Cada vez hay menos cosas a sesenta céntimos, o sea, que nadie se cree lo del 4 por ciento, ¿estamos? 

Hace unos años nos pasó lo mismo con los porcentajes de parados, nunca descubrimos realmente si estábamos en el 13, en el 11 o en el 17%. El problema sigue sin resolverse, pero las empresas siguen necesitando mano de obra especializada que no encuentran. Mientras tanto, naufragan las pateras, continúa el embudo para especialistas del Este de Europa y se niega a nuestros tocayos iberoamericanos.

La lucha por la supervivencia  en un mercado competitivo, afortunadamente, no está relacionada con las estadísticas, de la misma forma que el trabajo que generosamente entrega un profesional no se mide sólo por el IPC que se aplica a su salario, sino por el reconocimiento de los demás. De ello deberían tomar nota los políticos. Por tanto, nos tocará seguir trabajando, aunque sólo sea para pagar los impuestos.

Miguel Bonet