Sospecho que éste es el gran secreto del pensamiento contemporáneo, porque Chesterton se refiere precisamente a eso: al modernismo, nacido a finales del siglo XIX, sufrido en el XX y consagrado en el XXI, cuestión de minutos -en términos históricos. Antes de su extinción, supongo que en medio de un gran estallido.
Si Benedicto XVI, un intelectual como la copa de un pino, ha decidido nuclear todo su mensaje intelectual en torno al relativismo: debe sospechar que basta con dicha cuestión. Para mí que sabe lo que se hace.
En efecto, podríamos decir que el biotipo de nuestro tiempo duda de todo menos de sí mismo. ¿Significa eso que somos unos cretinos? No responderé a esa pregunta si no es en presencia de mi abogado. Además, siempre he tirado más a hedonista que a masoca.
Pero lo cierto es que toda la política, toda la economía, toda la ciencia, las relaciones humanas todas, las instituciones todas, especialmente la universidad, están marcadas por la misma necedad: sólo hay un dogma: yo mismo. Se alardea de que no existen verdades absolutas. Valiente estupidez: si son verdades, son absolutas, y si no son absolutas, es que no son verdad. Nada es verdad ni nada es mentira, salvo esa proposición. Todo es opinable, salvo el aserto dicho. Prohibido prohibir, todo, menos esa prohibición. En suma, el relativismo constituye una contradicción interna desde su nacimiento, a lo largo de todo su desarrollo y hasta una muerte que sólo tiene lugar cuando alguien se convence del gran hallazgo de Chesterton, ese mismo autor que, no por casualidad, apuntó otra sentencia para comprender un mundo en apariencia ininteligible, como es el mundo moderno: El demonio se precipitó al infierno por la fuerza de la gravedad. En efecto, la sinrazón actual, el no encontrarle un sentido a la vida tiene una causa muy simple. Nos tomamos demasiado en serio, nunca dudamos de lo único que debemos dudar: de nosotros mismos.
Y no sé por qué, justo en este momento me vienen a las mentes las brillantes palabras de ese otro gran pensador, José Luis Rodríguez Zapatero, cuando exhalaba: Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que el verdadero dios es el hombre.
Y todo esto significa, además, no sólo que la verdad es absoluta y cognoscible, sino que no existe otra cosa que verdades absolutas y cognoscibles y que el resto es puro relativismo, pura idiocia.
Eulogio López
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