El cántabro Mario Camus ha vuelto a su tierra natal para narrar una película de un estilo que pocas veces vemos en el cine español: es decir, sobrio, nostálgico y elegante.

De alguna forma, y a su manera, Camus ha optado por lo que hacía el magistral Giovanni Guareschi en su genial saga de "Don Camilo": narrar historias que transcurren en "un pequeño mundo". Un microcosmos que refleja todo tipo de relaciones humanas. Porque hablamos de personajes que, con el trasfondo de la rural Cantabria, entienden lo que significa la verdadera amistad o la bondad. Una visión bucólica de un mundo que, desgraciadamente, tiende a desaparecer.

Alfonso es un jubilado que visita dos días a la semana a Nanda, una anciana acomodada que significó su sostén emocional cuando quedó huérfano. Alfonso pasó los mejores años de su infancia en un precioso prado ("el prado de las estrellas") propiedad de Nanda. Precisamente en los alrededores de ese maravilloso lugar Alfonso conocerá a un joven ciclista al que, con ayuda de otros amigos, intentará convertir en todo un profesional…

El prado de las estrellas es una película agradable que se aprecia ha sido rodada con minuciosidad y cariño. Quizás porque, como ha dicho el mismo Mario Camus, describe el mundo de su infancia, la catadura moral de sus padres, de sus abuelos, de la gente de pueblo que, hace unos años, se sentía solidaria con sus vecinos. Posiblemente este largometraje de personajes sencillos sea calificado por los escépticos como un cuento bonito pero poco creíble. Personalmente agradezco que todavía haya directores que sigan apostando por la bondad humana.

Para: Los que quieran sumergirse en una pausada y agradable historia