- El Pontífice denuncia en su discurso los casos en los que la vida "se descarta sin reparos": con los niños asesinados antes de nacer, con los enfermos terminales con los ancianos abandonados y sin atenciones.
- Aboga por construir una Europa que "no gire entorno a la economía", sino a la "sacralidad de la persona humana".
- Rechaza "algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante y sobre todo a los más pobres".
- Recuerda la "apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde siempre al hombre europeo".
- "No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas".
- "Es igualmente necesario afrontar juntos la cuestión migratoria", enfatiza el Papa: "No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio".
- Recuerda también a los cristianos perseguidos, "objeto de crueles violencias: expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas; asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el vergonzoso y cómplice silencio de tantos".
El Papa invitó a los eurodiputados a "construir juntos la Europa que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona humana, a los valores inalienables". Una Europa "que abrace con valentía su pasado, y mire con confianza su futuro para vivir plenamente y con esperanza su presente".
El Santo Padre ha subrayado que en el centro del proyecto político de los fundadores de la UE se encontraba "la confianza en el hombre como persona, dotada de una dignidad trascendente. Quisiera subrayar el estrecho vínculo que existe entre estas dos palabras, dignidad y trascendente". Y ha abogado por construir una Europa que "no gire entorno a la economía", sino a la "sacralidad de la persona humana".
En ese punto, ha denunciado "algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica".
El Papa señaló que "el ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que -lamentablemente lo percibimos a menudo- cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer".
Ha destacado también el valor "de cada persona humana única e irrepetible", recogido en el pensamiento europeo que proviene de múltiples fuentes, como "Grecia, Roma, ambientes celtas, germánicos y eslavos y del Cristianismo, que los marcó profundamente, dando lugar a este concepto de persona".
Asimismo, ha denunciado las "demasiadas situaciones en las que los seres humanos son tratados como objetos, de los que se puede programar la concepción, la configuración, la utilidad y que después pueden ser desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos". "Qué dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente su propio pensamiento y profesar sin constricciones su propia fe religiosa. Qué dignidad es posible sin un marco jurídico claro que limite el derecho de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder". "Qué dignidad puede tener una persona que no tiene alimento, ni siquiera lo mínimo para vivir, y peor todavía: que no tiene trabajo".
El Santo Padre ha considerado "vital profundizar hoy en una cultura de los derechos humanos que pueda unir sabiamente la dimensión personal con la del bien común". "Hablar de la dignidad trascendente del hombre significa pegarse a su naturaleza, a su innata capacidad de distinguir el bien del mal, a esa brújula inscrita en nuestros corazones y que Dios ha impreso en el universo creado". "Significa sobre todo mirar al hombre no como un absoluto sino como un ser relacional. Una de las enfermedades más extendidas hoy en Europa es la soledad". "Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también a los jóvenes, sin puntos de referencia y de oportunidades para el futuro. Y se ve igualmente en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades; y en los ojos perdidos de los inmigrantes, que han venido aquí en busca de un futuro mejor. Esta soledad se ha agudizado por la crisis económica, cuyos efectos perduran todavía, con consecuencias dramáticas".
El Papa Francisco recordó un célebre fresco de Rafael, que se encuentra en el Vaticano, que describe bien a Europa en su historia hecha de un permanente encuentro entre el cielo y la tierra, donde el cielo indica la "apertura a lo trascendente, a Dios, que ha caracterizado desde siempre al hombre europeo, y la tierra representa su capacidad práctica y concreta de afrontar las situaciones y los problemas".
"El futuro de Europa depende del redescubrimiento del nexo vital e inseparable entre estos dos elementos. Una Europa que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida es una Europa que corre el riesgo de perder lentamente la propia alma y también aquel "espíritu humanista» que, sin embargo, ama y defiende".
"No podemos olvidar aquí las numerosas injusticias y persecuciones que sufren cotidianamente las minorías religiosas y particularmente cristianas, en diversas partes del mundo. Comunidades y personas que son objeto de crueles violencias: expulsadas de sus propias casas y patrias; vendidas como esclavas; asesinadas, decapitadas, crucificadas y quemadas vivas, bajo el vergonzoso y cómplice silencio de tantos".
También destacó el Santo Padre la importancia de la familia, célula fundamental y elemento precioso de toda sociedad y de las instituciones educativas: las escuelas y universidades.
Para luego reiterar asimismo la necesidad de impulsar la ecología, la custodia de la creación, de la naturaleza, de la que debemos ser "custodios y no dueños". Recordando el sector agrícola "llamado a dar sustento y alimento al hombre. No se puede tolerar que millones de personas en el mundo mueran de hambre, mientras toneladas de restos de alimentos se desechan cada día de nuestras mesas. Además, el respeto por la naturaleza nos recuerda que el hombre mismo es parte fundamental de ella. Junto a una ecología ambiental, se necesita una ecología humana, hecha del respeto de la persona, que hoy he querido recordar dirigiéndome a ustedes".
"Es igualmente necesario afrontar juntos la cuestión migratoria", enfatizó el Papa Francisco: "No se puede tolerar que el mar Mediterráneo se convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales".
Y concluyó indicando que "dos mil años de historia unen a Europa y al cristianismo. Una historia en la que no han faltado conflictos y errores, pero siempre animada por el deseo de construir para el bien".
Por ello invitó a "promover una Europa protagonista, transmisora de ciencia, arte, música, valores humanos y también de fe. La Europa que contempla el cielo y persigue ideales; la Europa que mira, defiende y tutela al hombre; la Europa que camina sobre la tierra segura y firme, precioso punto de referencia para toda la humanidad".
El Papa Francisco ha sido interrumpido en diversas ocasiones por eurodiputados que han aplaudido sus palabras.
José Ángel Gutiérrez
joseangel@hispanidad.com