Una de ellas es que -recuerdo que hablaba en el siglo XIX- era que el mundo estaba envejeciendo y, a medida que envejece, la Iglesia parece toparse con más enemigos y estar más contestada.
Y no es así. Para Newman el Cuerpo Místico de Cristo es el soporte de la Iglesia, no al revés, como corresponde a una visión providencialista. Traducido al castizo, lo que se quiere decir es que nada pasa en el mundo sin la aquiescencia de Espíritu y Dios hace la historia en colaboración con el hombre, criatura creada libre.
En plata, que existe una persecución hacia la Iglesia, larvada en Occidente, donde está sometida a censura, y explícita en Oriente, parece claro. No obstante, Newman en el siglo XIX y Benedicto XVI en el XXI repiten lo mismo: el problema no está en el mundo, sino en la propia Iglesia, en la falta de santidad de los cristianos, en la deslealtad a la Gracia.
Los ateos y feministas y homosexuales británicos se empeñan en denunciar ante los tribunales al Papa por pederasta, genocida y alguna cosilla más, pero Benedicto XVI, como Newman, 150 años atrás, responden lo mismo: el mal está dentro. Ni el mundo islámico, ni el panteísmo, ni el neomarxismo, ni el capitalismo podrán jamás derribar a Roma: la infidelidad de los cristianos sí.
Si trasladamos esta tesis a la sociedad civil, la conclusión es clara: Occidente siempre ha triunfado sobre Oriente, salvo cuando Occidente se suicida.
Eulogio López
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