Un principio egregio es que en un sistema de libre mercado, el propietario manda en su propiedad, aunque tengan administradores que la gestionen. Un principio, por lo demás, cristiano, porque la Iglesia cree en la propiedad privada, otorgada por Dios al hombre como Señor de la Creación.
En ese tipo de propiedad privada fiduciaria (desgraciada modalidad que han impuesto las grandes compañías y algo todavía más grande y peligroso, los mercados financieros), donde un grupo de gestores trafican con el dinero de millones de accionistas como si fuera dinero propio (la batalla por el alma del capitalismo) el principio más egregio, soberano, digno de encomio, es el de una acción, un voto. Es el principio que se aplicará en el Congreso, cuando la Comisión de Economía debata, el próximo 24 de marzo una propuesta gubernamental para eliminar los blindajes estatutarios, es decir, las normas intraempresariales según las cuales un accionista puede tener el 50% del capital de una sociedad pero sólo puede votar por el 10%.
Insisto: eso está muy bien, mientras no ocurra lo que denuncia el presidente de Repsol, Antonio Brufau: si un accionista -apalancado, añado yo- quiere hacerse con el control del 100 por 100 de la compañía con un 20% del capital. Si quiere hacerse con el control de la compañía, asegura el petrolero, que lance una OPA. De otro modo, una norma hecha para beneficiar al pequeño accionista se vuelve contra ese pequeño accionista.
Añado lo de apalancado por una razón: las compras de Florentino Pérez -mentor interesado de la enmienda- en la desaparecida Unión Fenosa y ahora Iberdrola, las de Sacyr en Repsol y las de los Entrecanales en Endesa se han hecho a crédito, generalmente de Emilio Botín -buen nombre para un banquero- y también de Francisco González, de Santander y BBVA. Por tanto, en cuanto han entrado en esas compañías, su interés ha consistido en trocear esas empresas para conseguir dividendos extraordinarios y pagar a Botín y FG o bien, caso de Florentino, en dar el pelotazo. Voy a quedarme en Unión Fenosa para siempre. Se quedó dos años, obtuvo unas plusvalías inmensas cuando la vendió a Gas Natural, luego pagó a Botín y de paso aún le sobró dinero para repetir el jueguecito en Iberdrola. No es un comprador, es un troceador y destrozador de compañías. Así que, ¿suprimamos los blindajes? Sí, pero no para favorecer las compras apalancadas, es decir, a los destrozadores de empresas. De otra forma, el egregio principio se nos vuelve desastre total.
Recordemos: el mal de los anglosajones es la especulación, el de los europeos, especialmente el de los españoles, el apalancamiento, y una falta de patriotismo -que diría ZP, esta vez sí, con razón- económico y feroz: se llama al extranjero para que nos conquiste y poder dar el pelotazo. Los ricos españoles se comportan como el conde don Julián.
Pero hay una segunda razón para oponerse ahora a la supresión de los blindajes y la asimetría europea. España corre serio peligro de convertirse en un páramo industrial si compite con una mano atada a la espalda, en un momento en el que se consolidan las empresas estratégicas en la Unión Europea (27 países, más de 500 millones de habitantes), los alemanes protegen a sus empresas, mientras los franceses y los italianos no han privatizado las suyas, que de este modo compran empresas españolas con pólvora del rey al tiempo que sus multinacionales son inexpugnables. Y del mismo modo que los Entrecanales metieron al Gobierno italiano en la primera eléctrica española para forrarse de dinero, Florentino intenta ahora (ya lo intentó con EDF) que la empresa estatal francesa Suez-GDF haga lo propio con Iberdrola, mientras la italiana ENI trata de conquistar Repsol.
Hasta Mario Fernández, presidente de la BBK, crítico con el presidente de Iberdrola Ignacio Galán y presunto aliado buscado por Florentino Pérez, se niega a aprobar una enmienda y dice lo de Brufau: si quieren controlar una sociedad que lancen un opa. Su comentario no precisa comentarios.
Gracias a nuestros ricos, a nuestros Florentinos, corremos el riesgo de convertirnos en un páramo industrial. Todo sea por sus bolsillos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com