En China la ecografía y el aborto son un cóctel exterminador que se está empleando para prescindir de millones de chiquillas. Ya impera una desigualdad de sexos en el coloso asiático.

Habitan 36 millones menos de chicas que de varones, dentro de una población de 1.300 millones de súbditos. Sin embargo, la matanza de pequeñas podría ser mayor porque germinan y expiran sin ser registradas. Otro desolador drama es el desamparo de las hijas por sus progenitores que las abandonan en un establecimiento benéfico.

Unido a la arraigada jactancia de disfrutar de un primogénito masculino, que transferirá el nombre del progenitor, se encuentra un motivo monetario: una hija al contraer matrimonio se marcha de casa y pasa a integrarse en la estirpe de su marido, mientras que un nacido varón es el puntal en el que se arrellanan el patriarca de la familia y su prole, de modo especial en la ancianidad.

También se acentúa, por la estrategia política del "hijo único", forzada desde el año 1979 con decretos represivos. El exterminio salvaje de niñas es producto de la regulación de la natalidad, la legitimación del aborto (asesinato) y el discernimiento del sexo de la criatura a través de la ecografía.

"Una niña es un amor hecho visible", afirmó Friedrich von Hardenberg.

Clemente Ferrer Roselló

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