Así lo ha confirmado en la mañana de este jueves el vicepresidente económico, Pedro Solbes, que se ha mostrado equidistante entre la demanda de los fabricantes del tabaco a bajo coste de tener fiscalidad ad valorem y la del resto de fabricantes que piden impuestos específicos. Nuestra obligación es hacer los equilibrios adecuados para que el precio sea suficientemente disuasivo en términos sanitarios, pero haya al mismo tiempo una libre concurrencia.
Esto de los equilibrios se le da muy bien al Sr. Solbes: ni para ti ni para mí. Puntos intermedios, sí, pero no, aunque quién sabe. Vamos, que no se moja ni en la ducha. La conclusión, sin embargo, es que de alguna manera habrá una sobrefinanciación para las compañías de bajo coste. Eso les pasa por producir con más eficiencia. Y es que, según Solbes, lo fundamental del impuesto del tabaco como en el del alcohol- no es la recaudación, sino el efecto disuasorio para el consumo. Porque como todo el mundo sabe, fumar y beber, no es de izquierdas. Retóricas al margen, resulta un tanto hipócrita escuchar a un ministro de Economía afirmar que la recaudación del impuesto de tabacos no es significativa. Es tan significativa que compensa casi en el doble los gastos derivados de las enfermedades que produce el consumo de tabaco. Es un elemento base del equilibrio presupuestario y al Estado le viene de perlas para cuadrar sus cuentas y según los más malvados- para acortar la edad de supervivencia, que como ya hemos informado, según Fernández Ordóñez es el problema más grave de la Seguridad Social.
Dicho de otro modo : el tabaco y el Estado mantienen una relación de amor-odio. Economía ama, Sanidad odia.
Y por cierto : ¿qué pasa si en una empresa en la que todos fuman deciden en el comité de empresa fumar en el centro de trabajo? Segundo : ¿por qué es posible consumir marihuana en algunos bares holandeses y no crear bares de fumadores en el territorio español? La guerra del tabaco está abierta. Y sólo quedan 18 días.