Si la Iglesia fuera un partido político, el padre Juan Antonio Martínez Camino habría sido fulminantemente cesado; si la Iglesia fuera una empresa, habría sido despedida sin indemnización. Si la Iglesia fuera una facultad de Ciencias, Camino habría suspendido y quedado para  septiembre.

En su descargo, podemos decir que no es la primera vez que el padre Camino -el mayor poder de la Iglesia en España, no por secretario, sino por portavoz (en la sociedad mediática el poder lo tienen los portavoces)- desbarra. En su elenco de sublimes meteduras de pata hay que recordar su actitud tibia ante la condena vaticana a la teología fundamental de Marciano Vidal, aquel insigne formador de sacerdotes que consideraba que lo importante era la opción primera y básica, opción por Cristo, y que, a partir de ahí, digamos que todo vale. Una doctrina que ha infectado a buena parte del clero formado en los seminarios españoles durante un par de décadas. El Vaticano condenó a Marciano Vidal, y Martínez Camino, responsable de poner en su sitio a don Marciano, permitió la prepotencia altanera del condenado... ¡tras tres años de instrucción!  

Posteriormente, el 25 de julio de 2003, el padre Camino redactó un comunicado equívoco, en el que inequívocamente, o al menos por omisión de condena, se apoyaba al Gobierno Aznar y a la ministra Ana Pastor, en su decisión de permitir la investigación con embriones humanos sobrantes de la fecundación asistida y mantenía la posibilidad de crear nuevos seres humanos como cobayas de laboratorio.

Recientemente, del secretario de la Conferencia surgió el texto sobre la unidad de España y de su entorno salió la posibilidad de amonestar al obispo de San Sebastián, monseñor Uriarte. En el diario La Razón del miércoles 19, el cardenal Rouco Varela, presidente de la Conferencia, se ha visto obligado a declarar que él no es quien para amonestar a Uriarte, que todos los obispos tienen la misma autoridad (Camino no es obispo) y por encima de los obispos sólo está el Papa.

La jerarquía se ve, una vez más, en el dilema de aplicar la caridad con Martínez Camino o con toda su grey, que asiste atónita a sus declaraciones como las realizadas el martes 18 ante el Ministerio de Sanidad. Esperamos que ambas no sean incompatibles.

Y ahora los condones. Camino llama en su auxilio a la contextualización, ciencia abstrusa donde las haya. Así, en el contexto de la pandemia, resulta que lo mejor es la llamada estrategia ABC, de la revista Lancet: abstinencia, fidelidad y condón.

Ahora bien, la estrategia ABC es una contradicción in terminis. Quiero decir, que si se emplea la abstinencia y la fidelidad como terapia antisida, el condón deja de ser necesario, ¿no? De otra forma, estaríamos diciendo que no se está empleando la gomita para prevenir el sida, sino para prevenir la vida, es decir, para no tener hijos. Pero no era de eso de lo que hablábamos, ¿verdad?

No. La alternativa de la Iglesia no es la de Lancet ni la de Martínez Camino, y él lo sabe. Fíjense si lo sabrá, que la Conferencia Episcopal hizo recientemente una consulta a Roma, buscando el caso más extremo (un hombre portador del sida está casado con una mujer, o al revés): ¿Podrán utilizar el condón en los días infértiles de la mujer? La respuesta fue: No.

La ministra de Sanidad, Elena Salgado, cuyas dotes de convicción tanto aplauden ahora los colectivos homosexuales, manifiesta que la opción de la Iglesia, la abstención, no es realista. Lo cual supone que la responsable de Sanidad del Gobierno Zapatero parte del siguiente axioma: No se puede vivir sin copular. Si lo haces, corres el riesgo de volverte rana. Pero el asunto merece una segunda reflexión, aún más curiosa: la ministra no concibe la abstinencia sexual para luchar contra el sida, pero sí concibe la abstinencia del tabaco para evitar el cáncer. Y no sólo aconseja dicha abstinencia a todos los ciudadanos, sin distinción de credo, sino que lo impone en muchos ambientes y grava con impuestos de alcance confiscatorio. De lo que se deduce que uno puede vivir sin fumar, sin beber y sin otros muchos alegres aditamentos de la existencia, pero nunca, jamás de los jamases, puede vivir sin fornicar, o incluso sin ayuntarse con el mismo/a señor/a. Y lo mismo podríamos decir del alcohol o de los alucinógenos.  

Luego está el apellido científico, que es sabido da para mucho. López Trujillo, la máxima autoridad de la Iglesia en materia de familia y de protección de la vida humana del no nacido, el hombre de Juan Pablo II para estos asuntos, el mismo que ha exigido a Camino una rectificación inmediata, fue víctima de una campaña feroz de los más poderosos medios de comunicación occidentales, como la BBC o The New York Times, por decir lo único científico sobre el uso del condón: que no previene el sida. El virus del sida es mucho más pequeño que los intersticios del condón y tarda muchos años en reproducirse. Conclusión: desde los Gobiernos y los medios, la progresía dominante está engañando a los jóvenes, ya que muchos de los que han mantenido relaciones sexuales con profiláctico se encontrarán, a la vuelta de unos años, con que han contraído la enfermedad. Y no habrá nadie a quién reclamar.

Pero hay algo más. Cuando Camino redactó el documento sobre la investigación con embriones, se topó con un conocido intelectual, colaborador de Hispanidad, quien le mostró su extrañeza por el texto. Camino le contestó, perentorio, que nada en ese documento atentaba contra la Doctrina del Magisterio. Otros consideran que sí atenta, y frontalmente, por ejemplo el Vaticano, pero no es esa la cuestión. La cuestión, la más grave, es esa actitud: es que no se trata de no contrariar la Doctrina, sino de extenderla, de profundizar en ella, de desarrollarla. No se trata de mantener relaciones cordiales con el Catecismo, sino de publicitarlo en todo sitio y lugar. La actitud lógica no consiste en no ser cogido en falta, sino en actuar con ámbito apostólico, incluso proselitista. O sea, como quien dice, en positivo. De otra forma, caeremos en la actitud puritana: no ser cogido en una mentira equivale a decir una verdad. A fin de cuentas, lo más jovial que existe en esta vida es el amor y la apertura a la vida. El condón no previene el sida, sino que lo previene todo, hasta la vida misma. Por otro lado, el que ama no tiene problema alguno en sacrificarse por el amado/a, temporal o permanentemente.

Eulogio López