Acabo de escuchar, en un canal de TV, una referencia a la muerte de Ben Laden, con estas palabras: "Ahora los de la teoría de la conspiración dirán que…". Vamos, que al presentador le parecía muy requetebién que la muerte de Ben Laden. Mi admirado Alfonso Ussía ahonda en la postura. También está muy contento.

Así que no parece impertinente asegurar lo del portavoz vaticano, Federico Lombardi, cuando asegura que "un cristiano no puede alegrarse de la muerte de nadie". Sin caer en el cinismo de que es pecado desear la muerte de alguien pero no que se vaya al Cielo, lo cierto es que la muerte de Ben Laden sí se presta a la conspiración y no creo que traiga nada bueno. Que se haya arrojado su cadáver al mar también da alas a la teoría de  la conspiración. Se apresuraba así nuestro periodista -y no es mal periodista- a desacreditar a quien busca puntos oscuros en el finiquito del terrorista.

Es verdad, en el siglo XXI y no vivimos en la era de las conspiraciones, sino del consenso. El líder es hoy aquel que recoge el sentir mayoritario, el consenso, y lo hace suyo. En castizo: se pone a la cabeza de la manifestación.

Y también es cierto que hay mucho iluminado en el foro de foros del siglo XXI: Internet. Ahora bien, si despreciamos de entrada a "los de la teoría de la conspiración", estamos aceptando lo que nos cuenta el poder, de forma acrítica y un poco borreguil.

Porque, miren ustedes, resulta que sí hay muchos puntos oscuros en el asalto al lujoso escondite del señor Ben Laden. La Casa Blanca asegura que el objetivo era prenderle y que no fue posible. De acuerdo, pero eso no explica por qué, al igual que trasladaron el cadáver en helicóptero hasta un portaaviones y que luego lo arrojaron al mar, podrían haberlo trasladado a cualquier lugar visible y comprobable y luego entregarlo a sus deudos, suponiendo que tenga alguno. Hacer desaparecer el cadáver aún le convierte en más héroe, más 'mártir', y deja muchos puntos oscuros.

Éticamente, lo lógico es que se le hubiera detenido y juzgado. Sí, ya sé que esto arrastraba un montón de peligros pero es que al fanatismo no hay que tenerle miedo, hay que hacerle frente. El problema del mal es que no puedes combatirle con sus propias armas. El fin no justifica los medios.

Otros aseguran que ha sido un acto de guerra. No, no lo es. La guerra preventiva, como gustan repetir los progres, por ejemplo Obama, no es una guerra justa. Sí, Ben Laden era un asesino repugnante. Utilizaba la técnica cobarde del terrorismo, ocultarse tras la sociedad civil, golpear por sorpresa y volver a esconderse. La guerra justa exige trasparencia, declara un Estado de guerra. El que sorprende al adversario -salvo, lógicamente, una vez declarado el conflicto- se parece más a un terrorista que a un soldado.

No, no han triunfado los valores occidentales, como asegura Expansión, porque los valores occidentales no son más que los valores cristianos. Y el cristianismo exigía detener al señor de Al Qaeda y juzgarle, dado que el Cristianismo no pretende quitarle la vida al terrorista sino anularle para que no pueda cometer más crímenes. Si en este caso no ha sido posible, me callo, pero no es para enorgullecerse. Obama ha empleado un atajo muy poco occidental y muy poco cristiano.

Eulogio López

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