Verbigracia. Caso real, como dicen en las películas: pequeña carnicería madrileña propiedad de un asturiano. Gran éxito en la barriada, precios asequibles y una calidad superior a la de cualquier hipermercado.
Como buen autónomo, eso sí, el fulano mete más horas que el tostao.
Se trata de un cooperativa de su pueblo que cubre toda la verticalidad del proceso: tiene ganadería en origen, transporte y distribución y venta de los asociados. Mercamadrid es para este establecimiento sólo el que le impone la ley... que no debería imponerle nada.
Hace unas hamburguesas estupendas. Ahora bien, sólo mediante pedido previo, debido a, no se lo van a creer, razones sanitarias. A un puesto de venta de unos veinte metros cuadrados, se le exige que disponga de obrador en frío para hacer hamburguesas. Naturalmente, no tiene espacio ni dinero para montar el tal obrador.
Las medidas sanitarias dan para mucho, sea para establecer una tiranía o sea para fastidiar a los pequeños carniceros que se niegan a ser absorbidos por las grandes superficies y que funcionan al margen de los mercados organizados, es decir, enormes, donde se inflan los precios y se desinfla la calidad del producto.
Naturalmente si este carnicero no crece es porque no puede crecer más. No tiene horas para despachar a su clientela. Y si no tiene más clientela es por la misma razón: las colas obligan a perder tiempo a amas de casa recargadas de trabajo. Ahora bien, si existiera la libre competencia, la de verdad, no la que se establece entre lo público y lo privado, sino entre lo grande y lo pequeño el tejido económico estaría formado por pequeños agricultores, pequeños industriales, pequeños comerciantes y pequeños profesionales. O sea, por gente libre.
El mayor enemigo de la micropyme y de la propiedad privada, garante económico de la libertad, no son los impuestos -que igualan a los desiguales, es más, paga menos impuestos la gran empresa que la pequeña- sino las trabas burocráticas, especialmente en la sanidad y la seguridad, porque ambas resultan incontestables: las invocas y todo el mundo inclina la cerviz y acata la injusticia.
Todo el modelo económico está hecho para beneficiar al grande y perjudicar al pequeño, es decir, al elemento más productivo, más competitivo... y más libre de todos.
Por cierto, para crear empleo la única posibilidad es el fomento del pequeño propietario.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com