Correa tiene ahora la excusa para apuntalar su camino hacia la dictadura. Ocho años y unos meses después, la historia se repite en Ecuador, país compañero de andanzas del Socialismo del Siglo XXI que tanto aman Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y el mismo Rafael Correa
Ese supuesto Golpe fue el elemento necesario para que el líder bolivariano emprendiese una depuración entre las Fuerzas Armadas que sirvió para castigar a posibles detractores y colocar a su lado a amigos y compañeros.
No hay nada claro. Un grupo de policías, descontentos por unas promesas incumplidas por parte del presidente lo toman como rehén, mete en caos a todo el país; unos miembros de la oposición que salen a los medios de comunicación para pedir al presidente que vea el descontento y que, sin quererlo, se echan la soga al cuello; un presidente que se convierte en víctima de las acciones de estos agentes y que sale victorioso, como un héroe de cómic, ante los ataques de los enemigos y que además, como hizo Chávez en Venezuela, afirma que los participantes de la sublevación serán sancionados y se producirá un profunda depuración dentro de la Policía Nacional: Aquí no habrá perdón ni olvido porque perdón y olvido, a nivel social, es lo más parecido que existe a la impunidad. La historia se repite, aunque con personajes diferentes.
Mientras que en Venezuela el acusado por el Gobierno chavista fue Pedro Carmona, en ese momento presidente de Fedecámaras -principal organización patronal-, en esta ocasión ha sido el ex presidente ecuatoriano, Lucio Gutiérrez, al que Correa ha señalado como instigador del Golpe de Estado.
Como suele suceder en estos casos, la labor mal realizada por los gobiernos no parece ser la causa del descontento de la gente, y Hugo Chávez no ha tardado en asegurar que la sublevación forma parte de la conspiración permanente de Estados Unidos contra los países que pertenecen a la Alianza Bolivariana.
De esta manera, no se sabrá con claridad quién ha estado detrás de este amotinamiento (o Golpe de Estado), pero lo que sí sabemos sin dudarlo es que el presidente Correa ya tiene los elementos necesarios para enrocarse en su idea bolivariana y que como ha afirmado, no piensa dar un paso atrás en su intención de cambiar la patria. Y como mártir de la causa, ya ha ofrecido su vida por ella, y se ha declarado presto, si por cambiar el país, debe perder la vida.
Quizás en Ecuador, como antes se ha dado en Venezuela, se cumpla la famosa expresión de Alfonso Guerra, de que el día en que nos vayamos, a España no la va a reconocer ni la madre que la parió. Sólo que habrá que ver si algún día llegan a irse...lo que está claro es que la segunda parte sí se va a cumplir.
Juan María Piñero
juanmaria@hispanidad.com
El 11 de abril de 2002, Venezuela sufrió un golpe de Estado (o eso parecía, aunque no se llegó a saber con claridad si lo fue o si simplemente se quiso hacer creer que lo hubo), que intentó derrocar al presidente electo, Hugo Chávez.
Ese supuesto Golpe fue el elemento necesario para que el líder bolivariano emprendiese una depuración entre las Fuerzas Armadas que sirvió para castigar a posibles detractores y colocar a su lado a amigos y compañeros.
No hay nada claro. Un grupo de policías, descontentos por unas promesas incumplidas por parte del presidente lo toman como rehén, mete en caos a todo el país; unos miembros de la oposición que salen a los medios de comunicación para pedir al presidente que vea el descontento y que, sin quererlo, se echan la soga al cuello; un presidente que se convierte en víctima de las acciones de estos agentes y que sale victorioso, como un héroe de cómic, ante los ataques de los enemigos y que además, como hizo Chávez en Venezuela, afirma que los participantes de la sublevación serán sancionados y se producirá un profunda depuración dentro de la Policía Nacional: Aquí no habrá perdón ni olvido porque perdón y olvido, a nivel social, es lo más parecido que existe a la impunidad. La historia se repite, aunque con personajes diferentes.
Mientras que en Venezuela el acusado por el Gobierno chavista fue Pedro Carmona, en ese momento presidente de Fedecámaras -principal organización patronal-, en esta ocasión ha sido el ex presidente ecuatoriano, Lucio Gutiérrez, al que Correa ha señalado como instigador del Golpe de Estado.
Como suele suceder en estos casos, la labor mal realizada por los gobiernos no parece ser la causa del descontento de la gente, y Hugo Chávez no ha tardado en asegurar que la sublevación forma parte de la conspiración permanente de Estados Unidos contra los países que pertenecen a la Alianza Bolivariana.
De esta manera, no se sabrá con claridad quién ha estado detrás de este amotinamiento (o Golpe de Estado), pero lo que sí sabemos sin dudarlo es que el presidente Correa ya tiene los elementos necesarios para enrocarse en su idea bolivariana y que como ha afirmado, no piensa dar un paso atrás en su intención de cambiar la patria. Y como mártir de la causa, ya ha ofrecido su vida por ella, y se ha declarado presto, si por cambiar el país, debe perder la vida.
Quizás en Ecuador, como antes se ha dado en Venezuela, se cumpla la famosa expresión de Alfonso Guerra, de que el día en que nos vayamos, a España no la va a reconocer ni la madre que la parió. Sólo que habrá que ver si algún día llegan a irse...lo que está claro es que la segunda parte sí se va a cumplir.
Juan María Piñero
juanmaria@hispanidad.com