El primer ministro británico, Gordon Brown, ha decidido que la Unión Jack ondee en todos los edificios oficiales. Trata el sucesor de Blair de establecer una identidad, un nuevo patriotismo, ante la agresión islámica que tiene en jaque al Reino Unido.
O sea, volvemos al problema de siempre. Como dijo Felipe González, un personaje que atraviesa raptos de brillantez junto a periodos donde semeja el avaro de Molière, preocupado de engordar su declaración de Hacienda: "El problema del mundo actual es que no se buscan ideas sino identidades". En efecto, la bandera británica, como cualquier otra bandera, no deja de ser un símbolo, cuyo valor depende de la identidad a la que represente, y tal identidad tiene tanto valor, ni más ni menos, que las ideas –o principios, o valores- a los que representa. Puedes colocar Unión Jacks en todas las tabernas inglesas, que si los ciudadanos del Reino Unido no participan de unos principios comunes no habrás salido del folclore.
Especialmente si este intento se concilia con otro punto del discurso del inquilino de Downing Street: "Es fundamental", afirma, "recuperar los valores de tolerancia y respeto".
Que no Gordon, príncipe, que la tolerancia no es un principio, ni un valor, ni tan siquiera es una virtud –el respeto sí-. La tolerancia es buena educación, y no para nota, oiga. A ningún ser humano le gusta que le "toleren", en tal caso que le "respeten". Otrosí. Sólo se respeta a las personas: las ideas no precisan respeto alguno, hay que discutirlas.
Pero aún algo más importante: no basta con respetar a la gente, porque eso no es un principio. Aquí ocurre lo del chiste: ¿En qué se diferencia una señora de un diplomático? Pues en que cuando el diplomático dice "sí", quiere decir que "tal vez"; si dice "talvez", quiere decir "no", y si siempre dice "no" es que no es un diplomático. La señora, opera justo al revés: si dice "no", quiere decir "tal vez", si dice "tal vez", quiere decir "sí", y si siempre dice "sí", es que no es una señora.
Un principio, un valor, es una proposición, razonada y razonable, capaz de dar sentido a una vida, Y si no es capaz de dar sentido a una vida, entonces no es un principio.
La idea que creó la identidad británica es el cristianismo, no la Unión Jack. La idea musulmana, y en especial el panteísmo oriental, atenta contra los principios cristianos, no contra la Unión Jack. El problema es hasta qué punto cree Gordon Brown en esos principios cristianos. Si cree en ellos, triunfará sobre el fanatismo islámico, de otra forma, ganarán los musulmanes… por la sencilla razón de que ellos sí creen en algo.
Por todo ello me ha sorprendido mucho las palabras de la vicepresidente primera del Gobierno, doña Teresa Fernández de la Vega, en su discurso del pasado lunes en La Razón (ver crónica de Hispanidad). Tocado por algún dedo de clarividencia, desconozco si transitoria, insiste De la Vega en que no hay que confundir tolerancia con relativismo. Curioso, porque hace dos años, cuando llegó al Ejecutivo, decía justamente lo contrario: entonces el discurso era que no existía una cultura mejor que otra "siempre que practicara la tolerancia" respecto a las demás.
Nunca es tarde si la dicha es buena.
Eulogio López