Hasta que pase la Junta General de Accionistas del banco (siempre en junio), Emilio Botín no quiere líos en su corral, pero sí quiere, a cualquier precio, que la acción se sitúe por encima de los 4,85 euros. En la recta final de la sesión del martes, superaba por los pelos los 5 euros, pero recordemos que dos semanas atrás bajo por debajo de los 4.
Y es que presentarse ante los accionistas con una cotización inferior a la de ya muy rebajada, rebajadísima, ampliación, tras la pérdida de rentabilidad de todo el sector, es algo muy fuerte, hasta para don Emilio.
Es la prioridad de gestión, porque don Emilio ya tiene bastantes problemas de tipo político. El primero es que el grupo bancario español no puede ser un banco familiar. Dicho de otro modo, desde distintos puntos, pero sobre todo desde el Banco de España, se presiona al cántabro para que sea el último Botín en presidir el Grupo. Sus sucesores, piensan en el Banco de España y la opinión en el mercado comienza a ser unánime, es que los hijos de don Emilio no han mostrado mucho, más bien al contrario, en gestión bancaria. Un consenso que cierra el paso hacia la presidencia a Ana Patricia Botín, hoy al frente del Santander, y que afianza a Alfredo Sáenz pero, eso sí, como consejero delegado. Con un matiz, Botín considera que los Inciarte le han traicionado mientras que Alfredo Sáenz ha sabido resistir los cantos de sirena que le animaban a disputarle la Presidencia a Botín. No obstante, éste mantiene abierta la posibilidad de fichar a José Ignacio Goirigolzarri.
En cualquier caso, hasta la Junta mejor no hacer mudanza. De hecho, cuando Francisco Luzón, consejero ejecutivo aunque apartado de todo mando, solicitó a Botín volver a la primera línea aprovechando las luchas intestinas, éste se negó y prefirió seguir, a pesar de las sospechas, con Sáenz. Quien sí ha adquirido un papel protagonista es José Juan Ruiz, un hombre socialista, ex de Luzón, como negociador con el gobernador del Banco de España y con el Gobierno.