Sr. director:
A raíz de la carta publicada por la Congregación para la Doctrina de la fe cuyo contenido viene avalado por la autorización de S.S. Juan Pablo II, su Diario ha publicado magníficos comentarios (ver editorial del pasado viernes 17).
Sin embargo creo que ha insistido demasiado en la necesidad u oportunidad de la dimisión de los católicos con responsabilidades políticas que hasta este momento hayan podido tener un comportamiento no adecuado a la fe que profesaban. Siento discrepar con la teoría de la dimisión que para mi en la mayor parte de los casos, es sinónima de cobardía.
Lo que entiendo que debe realizar cualquier político católico es reflexionar sobre las enseñanzas contenidas en dicha Carta, y una de dos: aceptarla y vivirla, actuando en coherencia con su fe en la vida pública; o dejar la fe y actuar como ciudadano sin creencias. En el primer caso, que considero el acertado, en muchos casos la encendida defensa de la vida, la familia, la patria, etc. que debería iniciar con toda radicalidad y sin falsas tolerancias dicho político católico le llevarían a una situación crítica donde sería destituido, pero creo que un verdadero católico dada la situación actual jamás debería dimitir sino actuar conforme a la radicalidad del evangelio que nos invita al martirio de la coherencia.
José Castro